Inigualable

Publicado: 06/05/2015
Se han dicho muchas cosas de él, ahora que ha recibido la visita de la mujer de la guadaña...
Se han dicho muchas cosas de él, ahora que ha recibido la visita de la mujer de la guadaña. Todos los medios de comunicación le han glosado, incluso he podido descubrir obituarios y columnas de opinión de quienes me consta que no fueron “sus amigos”, cuando ahora, entre sus perversas líneas, presumen de ello. Lo cierto es que era el momento de recordar al hombre que revolucionó (y dignificó como nadie) a un medio tan global y personal como es la televisión.

No crean que esto de “global y personal” ha sido una ocurrencia mía. No, lo digo hoy con más motivo que nunca. Porque calificar a la caja tonta (que de tonta no tiene un pelo) como “global y personal” es una definición que me dijo el único día en mi vida en el que pude compartir más de una hora de conversación casi a solas con él.

“Ten en cuenta que quien enciende la televisión te está abriendo la puerta de su casa. ¿Cómo te sentaría que yo entrara en la tuya y comenzara a darle patadas a los muebles, a abrir los grifos o a descolgar los cuadros? Por eso es personal, porque nos metemos en la sala de estar de cada familia de este país a la hora de la cena, a la vez que lo hacemos de forma global para todos. Y cuando entras en un sitio así tienes que ser respetuoso”.

Algo así fue una de las muchas cosas que me dijo aquella noche, en la gala de una asociación de telespectadores en la que tuve la “dulce obligación” de atenderle, en el desaparecido Palenque de la Isla de la Cartuja. Hacíamos un directo para Canal Sur Televisión, una de esas galas con muchos cantantes y una compleja producción. Y él no paró, en todo momento, de alabar el trabajo de todos los que estábamos en ella. Me pidió abandonar el palco en el que se encontraba y vivir la trastienda de todo aquello: “ese es el sitio en el que me gusta estar, mientras que el protocolo y ustedes me lo permitan”. Y así fue: tras recoger el premio que se le otorgaba, se vino a esa trastienda de cables y nervios del directo. Y su presencia allí nos tranquilizó.

Le han definido como periodista. Yo le definí siempre como comunicador. Porque llegaba más allá de lo que el periodismo impone. Y en la distancia corta, la de aquella lejana noche de junio, ganaba lo que sólo pocos se pueden imaginar.

Se fue el lunes, sin formar ruido. Sabiendo hacer las cosas, como siempre las supo hacer ante y detrás de las cámaras. Y sabiéndose retirar, de puntillas, a tiempo. Algo de lo que muchos contertulios de la (ahora sí) caja tonta deberían aprender.

Descanse en paz, Jesús Hermida. Descanse en paz, maestro.

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