Han pasado las (segundas) elecciones generales y todo parece que sigue sin cambiar. Al partido al que los españoles le han dado la mayoría de la confianza no se le pone fácil el poder gobernarnos, de momento. La formación de un ejecutivo que normalice la vida de este país, devuelva la confianza de los mercados y estabilice la economía no se va a producir pronto, merced también a los plazos que marcan nuestras leyes, algo que se debería plantear para el futuro como uno de los cambios más prioritarios, visto lo sucedido desde diciembre.
Rajoy debe gobernar. Así de claro. No solo ha revalidado la mayoría, sino que el aumento de representantes populares en la Cámara Baja ha sido realmente espectacular. Ni ellos mismos lo esperaban. A partir de esto podrán producirse pactos y abstenciones, pero bajo mi punto de vista debe ser esta lista que por dos veces ha sido la más votada, la que deba asumir las tareas de gobierno.
No soy amigo de las mayorías absolutas, aunque reconozco que son prácticas para el ejercicio del poder ejecutivo. Tampoco soy amigo de las posturas intransigentes e inmovilistas, actitud que está adoptando el candidato perdedor Pedro Sánchez. El socialista, amparado bajo el principio de que la matemática numérica puede ser interpretada de muchas formas, no admite no sólo su retroceso y derrota (recuerden: los peores resultados del puño y la rosa de toda su reciente historia) sino que su obcecación puede volver a paralizar a este país. Sánchez culpa a Iglesias de su derrota, como un niño que justifica una travesura. Lamentable. Aunque no va a leer esta columna, me permito recomendarle que unas terceras elecciones no solo le llevarían a la mayor de las debacles sino que provocarían la mayoría absoluta de la gaviota azul. Cuidadito que los españoles ya hemos aprendido.
El mismo mensaje puede serle aplicado a la joven formación de Rivera. La huida de votos desde el naranja al azul es más que constatable. Su pacto de gobierno con los socialistas le está pasando esta factura en forma de pérdida de asientos en la Carrera de San Jerónimo. El bloqueo que anuncia a la investidura de Rajoy como presidente puede volver a restarle confianza. Rivera debiera mirar a lo que fue UPyD y sacar conclusiones.
Y de los morados, para qué decir nada. Su globo se desinfla. Creyeron que España es Twitter y el "sorpresón", como un boomerang, ha sido mayúsculo, sólo que en el sentido contrario. Cuidado con esto, que un golpe de este tipo hace daño. Mucho daño.
