El otro día reuní a todos los locos, los puse a mi alrededor en el patio del manicomio, me subí a una piedra y les dije con voz alta y clara: Señores camaradas de locura, me he encerrado unos cuantos días y he llegado a la conclusión de que este año el número del gordo va a ser el 72480 y para más INRI va a tocar en una provincia cuyo nombre tiene el premio más claro de toda España. Además, les dije que este año el gordo no iba a caer en Cataluña, porque para qué, si ya con Sánchez cae allí el gordo todos los días. Me miraron con ojos encendidos, se les pusieron verdes de esperanza chillona y los convencí, porque células grises tendré pocas, pero me sobra lengua para hacer un nuevo diccionario. Me creyeron e incluso elegimos a Napoleón para que comprara el billete entero del 72480. Prácticamente nos veíamos ya millonarios y todo consistía en esperar al 22 de diciembre y a que algún niño de San Ildefonso lo cantara.
La gente se cree que el azar existe y que la suerte depende de muchas cosas raras. No señor. La suerte hay que trabajarla. A mí no me había inspirado nadie, sino que yo solito con mi cerebro dándoles a las bolillas más vueltas que el mismo bombo, tuve el coraje de dar con el gordo, que mi trabajo me costó. Y, si los vigilantes me dejan un rato más con mis meditaciones, clavo la pedrera con todas sus terminaciones.
Hoy le voy a explicar cómo lo he hecho, para que usted tome nota y esto le pueda servir para el año que viene. Es gratis y le ruego que no se lo diga a nadie, sobre todo en La Isla, amante de lo gratis, porque, como todo el mundo haga lo mismo que yo, nunca saldremos ni de pobres, ni del manicomio.
En un saquito introduje unas bolitas del cero al diez y con mucha paciencia comencé por las unidades. Pensé que, como los locos somos en esta sociedad un cero a la izquierda, la unidad tenía que ser el 0. Volví a meter la mano en el saquito y salió el 8 más chulo que nadie. A partir de ahí me vino a la mente que tenía que ir para atrás dividiendo por dos. Así salió el 4 y después el 2. Y a continuación tenía que venir el de más calibre, el divino número 7, el que resume los 7 pecados capitales, el que es capaz de partir solito de un solo siete hasta la camisa del Camarón, el que recuenta a los enanitos del bosque, el que dice que al séptimo día Dios descansó, el que Pitágoras consideraba como la cifra perfecta, el que reúne los siete colores del arcoíris y recuenta las siete fases de la Luna, el de los 7 sabios de Grecia, el que señala las 7 maravillas del mundo, el de las 7 vidas de un gato, el de las 7 notas musicales…, y paro de contar que me está dando mareo de pensar el chorro de millones que nos iba a tocar. Sin embargo todo mi gozo en un pozo.
Usted se preguntará por qué los locos no somos millonarios a día de hoy. Pues porque al final, como tenemos tantas cosas en la cabeza, Napoleón se hizo un lío con las miles de clases de loterías que venden los loteros, que ya no sabe uno lo que va a comprar, y al final, cortó por lo sano y compró un rasca. ¿No es para volverse loco otra vez? Seguiremos con la salud a cuestas.