Metáfora del colapso

Publicado: 30/01/2022
Autor

Cristóbal Domínguez Durán

Dedica la mayor parte del tiempo a la lectura, la escritura y la docencia. En ese orden. Luego hace otras cosas

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...Es que es difícil entender que tipos como Steve Jobs, con tanto dinero y tanta influencia, estén dispuestos incluso a morir por las cosas en las que creen
Ríos de tinta se han escrito ya del caso Djokovic, ese excepcional deportista con miedo de ser abducido cualquier día. No me interesa hablar aquí de lo justo o injusto de su no participación en el Open de Australia o el negro futuro que se le avecina en los siguientes torneos sin vacunarse, sino de su caso como signo de nuestros tiempos.

Para quienes a gritos defienden a este exponente de los magufos como es Novak Djokovic, sería bueno recordar solo un par de cosas: es un duro promotor de las pseudociencias, fiel en la secta new age de un gurú llamado Pepe Imaz (ex-tenista que fundó su religión del amor basado en “El secreto” de Byrne y otros librillos de autoayuda más) y es amigo íntimo del ultranacionalista Jolovic, negacionista del Genocidio de Srebenica, en el que él mismo participó.

«¿Puedo acaso burlarme de toda esta columna que estos desquiciados se han armado para que la sociedad funcione?» quizás ese sea su pensamiento. Porque él y, en especial, su padre asumen que son unos héroes que están librando una batalla crucial para la humanidad. El problema Djokovic no es solo un problema de burocracia política dentro del deporte, es un problema metapolítico con repercusiones explícitas en las formas de entender la vida en común que representan las sociedades modernas.

Y es que es difícil entender que tipos como él o como Steve Jobs y similares, con tanto dinero y tanta influencia, estén dispuestos incluso a morir por las cosas en las que creen. Steve Jobs, fundador de Apple y autor del discurso que a tantos personajes inspira, murió literalmente porque se negó a creer en la medicina occidental y eligió abrazar la medicina china y luego realizarse una terapia budista a base de jugos veganos.

Mi apuesta por dar una explicación a estas tendencias de pensamiento es la necesidad urgente de buscar salidas y vías de fuga del sistema en que vivimos. Cuánto tiempo llevamos reclamando un sistema fuera del tardocapitalismo, un sistema que nos dé aire y sea más justo e igualitario con el medioambiente y con el tercer mundo. Demasiado tiempo desde que sabemos que estamos colapsados y que necesitamos un sistema nuevo, pero no sabemos crearlo, se nos ha necrosado la imaginación, vivimos una crisis creativa.

Hemos creado un mundo sobreinterpretado y, ahora, ¿de qué forma nos salimos de él? Esta es la pregunta que nos llevaría a entender los alegatos iluminados de Bosé, Bunbury y de nuestros amigos y conocidos negacionistas. En esta crisis en la que quienes saben y deben no son capaces o se ven obstaculizados a la hora de  imaginar un sistema alternativo, famosos con inmerecido altavoz radian desesperadas e inocentes salidas al colapso capitalista. Y he de decir que en lo profundo de mi corazón los entiendo y que me provocan compasión. Entonces, sí, les agradezco que sean conscientes de la visión perversa que el corporativismo cierne sobre las sociedades, pero la necesidad por hacer frente a los aspectos del mundo que nos asfixian merece mejores discursos. En todos recae el peso del deber, saber que se vive en comunidad y que sin ella no existe la individualidad que tanto reclaman.

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