Navidad

Publicado: 15/12/2024
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Metidos en la Navidad, que cada vez parece llegar antes, se han encendido las luces. Todas las tardes desparraman color y brillo (...)
La que principio será distinta porque la DANA ocupa una parcela de la memoria con las imágenes pinchando en el corazón. Ha sido un golpe duro y seco del que no va a ser fácil reponerse, porque la herida escuece apenas las gotas de agua dejan lunares en el suelo. La de los perjudicados no cicatrizará, aunque el tiempo siga y los reubique en esta nueva realidad tan difícil de asumir. Un mes y medio nos separa del desastre. Hemos oído de todo, desgraciadamente, pero pocos comentarios han sugerido soluciones. En la radio pudimos oír la aportada por un señor cuyos años cumplidos y experiencia nos recordó algo tan repetido como olvidado, a saber, el agua busca su sitio, que en las ciudades pequeñas debe dejársele el paso libre y natural para desembocar. Solo así el daño, si se produce, será más controlable e incluso menor. Una vez más nos habla el conocimiento popular, el que acallan quienes se creen eruditos.

Metidos en la Navidad, que cada vez parece llegar antes, se han encendido las luces. Todas las tardes desparraman color y brillo, por la calle corre el aire fresco, el olor a algodón de azúcar, a buñuelos fritos y los vinagrillos han empezado a motear la marismaque nos rodea y acerca a la capital. Dentro de poco, el verdor quedará al arrullo de estas flores amarillas que bailarán con el viento mientras son testigos de la prisa y el crujido de las bolsas con los regalos. Son días familiares y sin embargo no hay semana sin reuniones, sincomidas de trabajo y los tutoriales de estilo se multiplican en youtube, orientando sobre la forma de combinar la ropa a partir del fondo de armario, a fin de gastar menos. Se impone la vida con las horas pasando por el centro comercial, saludando a un local recién abierto, deteniéndose en el escaparate de una tienda especial, siguiendo el villancico que callejea, viendo a los niños bailando estas notas con sus mayores. El alma se distrae un poco, se deja lamer la vista por el agua serena de nuestra bahía, cuyo azul se aleja y regresa cada día coloreando rabiosamente los vinagrillos. Una estampa invernal que cruzará enero, que compite graciosamente con las violetas y las campanitas que luego serán madroños. Una imagen que este año suaviza un poco la realidad que ha tocado vivir en esta zona tan cercana como un vecino y como tal se le va correspondiendo.

Esta Navidad en nuestra Isla será distinta, pero tan amarilla como siempre. Merece la pena dedicar una caminata o un paseo por nuestros senderos marismeños, inspirar el inigualable olor del fango salado, ver los vinagrillos, enjuagar el tallo en el agua y evocar nuestra niñez con faringitis por haber comido más de la cuenta. Este gesto sencillo, este sabor ácido tan peculiar puede aliviarnos la tristeza un rato. Que así sea.

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