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El hombre murciélago se salta el confinamiento porque no le quedan birras

EFE – «Saben el del hombre murciélago que se salta el confinamiento para comprar unas cervezas y …», lo que suena a comienzo de chiste coyuntural es el punto de partida del último trabajo del dibujante Álvaro Ortiz, un cuento gamberro sobre cómo ciertos superhéroes han llevado las obligaciones impuestas por la COVID. Órtiz (Zaragoza, […]

EFE – «Saben el del hombre murciélago que se salta el confinamiento para comprar unas cervezas y …», lo que suena a comienzo de chiste coyuntural es el punto de partida del último trabajo del dibujante Álvaro Ortiz, un cuento gamberro sobre cómo ciertos superhéroes han llevado las obligaciones impuestas por la COVID.

Órtiz (Zaragoza, 1983) no se ha andado con silogismos ni muchos disimulos para el título de esta propuesta publicada inicialmente por entregas en las redes sociales como un divertimento para aliviar el estrés durante el confinamiento y que ahora aparece en papel como «El Murciélago sale a por birras» (Caramba), explica el autor a EFE.

Como otros historietistas, Ortiz, que con el estado de alarma aparcó lo que tenía entre manos (un libro para niños con dibujos y textos propios), se planteó hacer un diario humorístico sobre el día a día pandémico, pero como no se movía a gusto en ese género, optó por ceder el protagonismo a un remedo de Batman, aunque este nombre no aparezca por ningún lado para evitar «problemillas» de derechos de autor.

La sombra burlesca del Caballero Oscuro sobrevuela toda la historia: el personaje se llama Brus, «un millonario que flipas» y vive en la mansión Wein ocultando su identidad, que queda realmente sepultada bajo el lenguaje cani y barriobajero con el que Ortiz hace hablar a este vengador enmascarado, capaz de todo por hacerse con una cerveza fría en plena madrugada.

«No voy a decir en qué personajes me he inspirado», afirma riéndose Ortiz, cuando se le atornilla un poco para que desvele las referencias paródicas que aparecen en las viñetas, aunque no cuesta reconocer tras el alias de Supermotivao al hombre de acero, y a Catwoman en la amiga con derecho a roce del castizo Brus.

Tras las primeras entregas digitales de «El Múrciélago», y la buena recepción de los lectores, el sello Caramba propuso a Ortiz convertirlo en libro, lo que le metió algo de presión, ya que pasó de ser «un chiste» que hacía tomando el café a «algo más serio», aunque sin excederse.

La historia supone un pequeño homenaje a los seriales clásicos de tebeos por entregas, con guiños constantes para los aficionados, aunque aquí los protagonistas masculinos sean pintados como verdaderos gañanes, dedicados casi en exclusiva a satisfacer sus instintos más primarios.

El objetivo de Ortiz era levantar un poco el ánimo de los lectores, confinados en esos momentos en casa, con una propuesta atípica: «Diálogos terribles y chistes de mal gusto», reconoce el propio autor, satisfecho con la respuesta.

«Fue una gamberrada, sin pretensiones, pero ha sido bonito ver cómo mucha gente me decía que lo esperaba con ganas, que les alegraba el día», comenta Ortiz sobre una obra muy alejada de sus títulos anteriores. «Murderabilia» o «Rituales» (candidata a la mejor obra de autor español en el Salón del Cómic de Barcelona de 2016).

En su larga aventura nocturna – todo se produce a lo largo de una noche- la historia intercala una anodina investigación de asesinatos con la aparición de una serie de personajes en situaciones que permiten al hombre murciélago saltarse casi punto por punto las prohibiciones decretadas por las autoridades para combatir este «virus chunguísimo».

En su deambular por la ciudad para encontrar como sea una cerveza -en bares ilegales cerrados o robándolas en una tienda junto a su joven socio Rubén (que casualmente suena parecido a Robin)- el hombre murciélago no duda en participar en un trío multisexual -con personas que no viven bajo el mismo techo- y ha de enfrentarse contra una alteradísima mujer que desde un balcón le insulta y «le llama de todo» por saltarse el confinamiento.

La fiebre por la pastelería, las series de Netflix, el Tinder como alternativa a las citas físicas o el papel secundario de las mujeres en los cómics de superhéroes tradicionales van apareciendo en unas viñetas que tienen como colofón la típica batalla, aquí entre el hombre murciélago y un pangolín gigante y vengativo. «El murciélago contra el pangolín, ¿lo coges, no?», se ríe Ortiz.

«He disfrutado mucho porque la gente, que creo estaba más predispuesta que nunca a este tipo de humor zafio y gamberro, ha pillado la idea y además con algo bien distinto a mi trabajo habitual», resume el autor de «un serial en viñetas hecho con amor y prisas», de la que no descarta una segunda parte, «según se desarrollen los acontecimientos».

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