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Creyendo y creando

Pedro Morales

Son los discípulos de Pedro Morales, el insigne compositor loperano que escribió una página de oro, inmortal e incomparable

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Cada primavera me genera más emoción encontrármelos por las calles. La corta edad de muchos de ellos es, quizás, lo primero que me impresionó en su día. Sin embargo, sólo hubo que esperar unos instantes para percibir que lo verdaderamente sorprendente no radicaba en ello, sino en el manejo exquisito de sus dones. Con el ejemplo que transmiten, resulta imposible afirmar que la juventud no tiene futuro, o que ya no hay talentos en nuestra sociedad. Son una mezcla perfecta de vocación y compromiso, y no lo pueden hacer con mayor equilibrio. Te conquistan por lo que hacen y, también, por la invitación que realizan para que imaginemos dónde tienen su techo; inalcanzable... Es imposible no quedarse perplejo al comprobar que el solista quizás no haya realizado su primera comunión; su director, sin embargo, no tiene miedo en darle el papel protagonista en uno de los momentos clave de la actuación. Son los discípulos de Pedro Morales, el insigne compositor loperano que escribió una página de oro, inmortal e incomparable, en la escritura de la música cofrade. Sus herederos siguen engrandeciendo su legado y merecen toda felicitación por hacer que lo fugitivo, como la música de su maestro, permanezca para siempre.

Gracias a Dios, nuestra ciudad supo considerar, hace años, la incalculable profesionalidad de esta banda de música, especialmente en el ámbito cofrade. Sus decisiones certeras y su entrega a la historia musical de la ciudad se están convirtiendo en merecedoras de un reconocimiento oficial: ¿por qué no?, me pregunto. Entre su repertorio litúrgico, encontramos obras que grandes compositores legaron a nuestras queridas cofradías del Santo Reino. Además de “Nuestro Padre Jesús”, de Cebrián, marcha primera de la ciudad, en su listado se incluye “Martes Santo en la Magdalena” (José Susi), “Virgen de los Dolores” (José Sapena), “Cristo de la Expiración” (José Cuadrado), “Angustias Madre” (Carlos Cerveró), “Virgen de los Clavitos” (Abel Moreno) o una personal y necesaria adaptación de “Sacramental” (J. Javier Campillo), el himno de nuestra catedral...

No me olvido de “Siguiendo tu luz, Estrella” (David Garvi), tan jaenerísima, ni de otras de más reciente redacción, interpretadas con sumo cariño tras nuestras devociones. ¿Y “Nuestra Señora de las Siete Palabras”, de Pedro Pancorbo, anunciada, hace pocos días, como reciente incorporación? Casi nada… Indudablemente, son parte fundamental de nuestra Semana Mayor. Cuidar con educación y valorar a estos músicos es tarea en la que no debemos escatimar esfuerzos. Así, al escucharlos, mientras la noche se despereza en los callejones de la ciudad y las viejas casas de nuestros barrios acarician nuestras preciosas Imágenes de María, al escucharlos, seguirá creciendo nuestra fe, haciéndose más profunda, más real y más bella.

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