Una magistral faena de
Morante de la Puebla fue el verdadero argumento de una tarde en Jerez, en la que los complejos toros condicionaron una espectáculo en el que también destacó el arrojo de
Roca Rey, mientras que
Juan Ortega no tuvo su día.
Morante de la Puebla, cabeza de cartel, ha tenido mucho que ver en la reivindicación de los clásicos "torrestrellas" por más que los resultados de la corrida de Huelva -en las Colombinas de 2021- y la que se ha lidiado en Sevilla no hubiera estado a la altura del empeño. La de Jerez tuvo muchas teclas que tocar...
El diestro cigarrero no había tenido suerte con la corrida de Santi Domecq el día anterior. Pero seguía siendo la estrella indiscutible de un festejo que, una vez más, se saltó a piola la añorada puntualidad de la Fiesta.
Morante tiró una larga para recibir a un primero que cantó muy pronto la cortedad de su motor, esperó y cortó en banderillas y pasó sin emplearse ni humillar en la muleta del torero de La Puebla, que se esforzó sin rendimiento antes de agarrar una estocada corta y suficiente.
El cuarto, un bonito bragao y salpicado, no hizo nada bueno en el capote de Morante que, a pesar de todo, sorteando miradas y frenazos, llegó a torearlo con limpia naturalidad; mucho mejor de lo que merecía...
Fue una faena de entrega sorda, de jugársela en cada embroque y llevar muy tapado a su enemigo para vestir el látigo de seda. Es que fue una delicia contemplar esa lección de verdadera torería, los muletazos líquidos, los remates de fantasía... La espada cayó tendida y caída al segundo envite. No importó: cortó una oreja de peso.
El segundo espada era Juan Ortega, recién llegado de su tibio mano a mano con Talavante en Madrid. Torció el gesto cuando contempló a su primero hacer cosas raras en banderillas y hacer hilo en la muleta, buscando lo que había tras la tela. No era su guerra, y lo echó abajo de pinchazo y estocada.
Tampoco iba a poder ser con el quinto que campó a sus anchas por el ruedo en el primer tercio antes de que se impusiera cierto orden en banderillas. Tardo, brusco y violento, volvió a enseñar las carencias técnicas del sevillano, que se fue por la espada sin demasiadas averiguaciones. Toca reflexionar sobre el asunto...
El bello colorao que hizo tercero se desplazó en el capote de Roca Rey y tomó el único puyazo con aire de bravo. Pero tenía sus cositas: las mostró en el quite y ganando la acción a los de plata.
Roca inició su faena con muletazos cambiados por alto, firmísima la planta, antes de torearlo con autoridad e importancia sin importarle demasiado el carboncito de una embestida discontinua y con resortes que resolver. El estoconazo contrario no fue suficiente para echarlo abajo. Había volado el trofeo que se había ganado con la muleta.
Pero le quedaba el sexto, un animal reservón, desigual, mironcito... Roca volvió a ponerse de verdad delante de él, pasándoselo por delante y por detrás, hasta el punto de pegarse un arrimón de alto voltaje, luquecinas incluidas. La espada fue un cañón. Le pidieron dos orejas con fuerza. Sólo paseó una.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Torrestrella, desigualmente presentados. Soso y sin emplearse el primero; deslucido y orientado el segundo; con carbón el tercero; complicado el cuarto; brusco y a la defensiva el quinto y reservón el sexto.
Morante de la Puebla, silencio y oreja.
Juan Ortega, silencio y silencio.
Roca Rey, ovación tras aviso y oreja con fuerte petición de la segunda.
En cuadrillas, El Algabeño saludó tras parear al quinto.
La plaza registró más de tres cuartos de entrada en tarde primaveral.