La declaración de los dos trabajadores del centro de diálisis junto al que se produjo la agresión mortal a Miriam Tamayo en junio de 2013 reanudó ayer la vista del crimen que juzga un jurado popular en la Sección Octava de la Audiencia Provincial de la Avenida Álvaro Domecq. Las últimas que testificaron el lunes fueron dos vecinas de Montealto, madre e hija, que dieron aviso al 092. Lo siguiente que vio su hija cuando salió precipitadamente a la calle en bikini fue a él “dando como manotazos” cuando ya habían cruzado a la avenida de Lebrija.
Allí, en el centro de diálisis, dos trabajadores -eran hermanos- salieron fuera al escuchar el “jaleo” y los “gritos” de Miriam desesperada. Estaban “a unos 20 metros”. “Muchachos ayudadme, ayudadme”, les llegó a decir la joven. Desde ese instante, todo fue “muy rápido”. Precisaron que no pasaron más de “cinco a diez segundos”, entre que vieron al imputado “tirando de ella”, intentando llevársela “de la avenida” para “detrás de los bloques”(lejos de la circulación de coches) con Miriam “resistiéndose” hasta que finalmente era atacada.
Fue en el instante, en el que la víctima les pidió auxilio y recriminaron su actitud al acusado, cuando se percataron de que “la estaba apuñalando”. Acto seguido, emprendió una huida seguido de los trabajadores. Lo vieron tirar el cuchillo, pero desistieron en la persecución al ver que era “imposible alcanzarle" y volvieron a auxiliar a la víctima.
Cuando regresaron, la vecina más joven de Montealto (la hija) ya estaba allí y se mostraba “muy nerviosa”. Junto a ella había una médica que daba instrucciones a las enfermeras del centro. Todas intentaban salvar a Miriam. Estaba tirada en el suelo. Todos estaban “centrados en la muchacha" y por eso casi ni se percataron que el acusado regresó y que casi instantáneamente llegó la Policía Local. Él estaba “normal”, advirtieron. Después llegó el 061 sin que pudiera hacer nada por salvarla.
Por su parte, los forenses que practicaron la autopsia explicaron que el acusado la habría acuchillado “de frente” y tuvo que emplear ”cierta fuerza” al hacerlo, puesto que tres de las siete puñaladas que recibió la joven , tres afectaron a sus órganos vitales, concretamente al hígado y al corazón. De hecho, indicaron que en una de ellas “le penetró el diafragma que separa el tórax y el abdomen y le atravesó el cuarto cartílago”. Además de esta pareja de forenses que realizó el estudio de las lesiones, testificó el perito que asistió al levantamiento del cadáver. La víctima presentaba hemorragias internas y externas, siendo una de las heridas “mortal de necesidad”, concretamente la que le atravesó el corazón y provocó su desvanecimiento. Cuando el 061 llegó al lugar de los hechos “estaba en parada cardíaca”. Su muerte se certificó a las 14,37 horas. Las maniobras de reanimación fueron en vano. Las heridas eran “limpias” e “incisas” al proceder de un arma blanca, dos eran “defensivas” y estaban localizadas en el antebrazo derecho. El resto alcanzaron al tórax, el abdomen y a la región axilar.
Ayer también se abordó el estado psicológico del acusado. Dos peritos que le realizaron un examen psiquiátrico forense en prisión en agosto de 2013 confirmaron a partir de un análisis capilar un consumo “leve” de alcohol y cocaína en los últimos tres meses y medio previos al suceso (inclusive el día de los hechos) y descartaron también que hubiera tomado en el tiempo reseñado “heroína y metadona”, como aseguró este lunes al tribunal, al dar las pruebas “negativo”. Unas manifestaciones que contradicen la tesis de la defensa, ya que descartaron que que el procesado tuviera una dependencia a las drogas y fuera consumidor habitual.
Estos forenses también apuntaron que el imputado presenta un “trastorno disocial”. No obstante, puntualizaron que esta alteración “no es patológica” y, por tanto, “no le condiciona ni motiva su acción”. Hoy miércoles se expondrán las conclusiones de las partes.