Hablar raro

Publicado: 27/12/2018
El escritor José Clemente Esquerdo propone ampliar el museo de Bellas Artes y crear dos nuevos en Sevilla, uno naval y otro aeroespacial.
¿De dónde eres tú que hablas tan raro? Esta pregunta que un grupo de conocidos me hizo entre bromas hace casi un lustro me dejó un tanto desconcertado cuando, recién llegado a Sevilla, intentaba mitigar el calor junto a ellos con un refresco en el tradicional kiosko de los Monos . No podía imaginar que a partir de entonces me iba a convertir en un habitante más de la ciudad, ya que desde aquella fecha y al fijar mi residencia en ella, me he considerado sevillano a pesar de mi raro acento de Castilla que todavía conservo, participando activamente en los fastos y conmemoraciones que de una manera cíclica colman el espíritu y las calles de Sevilla, disfrutándolos con enorme afecto e interés y a la vez con cierta perspectiva, dada mi condición foránea.

Entonces la ciudad era, como hoy, bella, calurosa, acogedora, mágica y… contradictoria. Empezaba a despertar del largo letargo de la posguerra y parecía contemplar con displicencia su historia lejana y reciente como algo gratuito y sobrevenido. Pero pasado el tiempo y después de las vicisitudes diversas que han cambiado positivamente la faz económica y cultural de nuestra urbe, parece el momento de preguntarnos qué clase de Sevilla queremos sus habitantes para el futuro.

No se trataría tanto de replicar estructuras socioculturales de éxito que han hecho, por ejemplo de Málaga “La ciudad de los Museos”, sino de indagar en el verdadero espíritu y tradición de nuestra ciudad e interpretarla a través de sus pautas históricas y no sólo en lo referente a sus tradicionales celebraciones religiosas y lúdicas que, de alguna manera, parecen fagocitar cualquier otra diferente. En este sentido una ciudad como la nuestra, crisol de culturas e incorporada hoy a los avances económicos e industriales más relevantes de nuestro siglo, que fuera líder en el Mundo en comercio y navegación marítimas, origen y escuela de algunos de los mejores artistas que diera España y que en la actualidad posee una de las industrias aeronáuticas más destacadas del continente europeo, debería plantearse cómo potenciar y difundir al gran público estos tres grandes activos culturales y económicos, afirmando en la ciudad la vocación de unir Tradición y Modernidad y contribuyendo a mejorar su oferta cultural haciéndola más sólida y equilibrada que la actual.

Por qué -no sé si sigo hablando raro-, me pregunto, si a estas alturas del tiempo bien entrado el siglo XXI, no se ha desarrollado la ampliación del Museo de Bellas Artes (el segundo museo de pintura de España después del de El Prado ) integrándolo decididamente dentro del circuito cultural de la ciudad. O cómo tampoco se ha llevado a cabo el necesario Centro de Interpretación de la memoria naval y comercial de Sevilla; ni, a pesar de existir un proyecto detallado, presupuestado y económicamente viable, ensayado en el año 2010 con notable éxito en el Pabellón del Futuro, no se ha concretado todavía un Pabellón Aeroespacial en este lugar o en otro como la antigua fábrica de Artillería de San Bernardo, absolutamente idóneos cualquiera de ellos para dicho propósito, en donde se muestre a la ciudadanía la importancia de la Aviación y su Industria en la ciudad y en la comunidad Andaluza.

Tres Proyectos necesarios, Museo de Bellas Artes, Museo Naval y Pabellón Aeroespacial, que transformarían a Sevilla en una ciudad definitivamente “Inteligente”, de variada y equilibrada actividad cultural y lúdica, completando así un tejido museístico de altura en sintonía con su pasado, presente y porvenir. De esta manera, la potenciada y necesariamente descentralizada oferta cultural y turística de Sevilla, liderada de manera coordinada por los poderes municipal, autonómico y estatal, permitiría que sus ciudadanos se reconociesen con su arte, economía y tradición industrial, amortiguándose simbólicamente a la vez y hasta límites razonables, el sonido del traqueteo de las maletas de los visitantes por sus empedrados milenarios, el canto de los “Lolailos” y el rumor del trasiego de vajillas que acompañan al inmenso y desmesurado alojamiento, restaurante y despersonalizado parque temático en el que podría convertirse la ciudad en muy breve plazo. ¿No creen que ya no hablo tan raro?

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