En mitad de una persecución en Cuenca la policía nacional recibió una llamada nada normal. El propio delincuente perseguido les pedía que lo dejasen tranquilo.
Agentes de la policía iban tras un presunto ladrón y la persecución se iba alargando por la carretera camino de Valencia. Parecía que todo iba a terminar pronto porque al conductor fugado se le notaba nervioso, sin saber por dónde tirar, pero tenía una última «bala» en la recámara.
«Por favor, dejen de seguirme», pidió el ladrón cuando le descolgaron el teléfono en la centralita del 091. Sin dar crédito, el agente que había contestado pasó la información a los efectivos que perseguían al caco, que se había saltado un control.
Algunos heridos leves en el asalto final con choque incluido fue el balance de la persecución, que terminó con el ladrón detenido por el presunto robo y, además, resistencia a la autoridad.
