Si aún no lo tenían en cuenta, apunten bien su nombre y apellidos exóticos. Por si queda alguien que no sepa quién está dibujando una curva ascendente en el tenis mundial, el autor se llama Alejandro Davidovich Fokina. De sangre malagueña y raíces rusas, se abre paso en el mundo tras su reciente subcampeonato en el Masters 1000 de Montecarlo.
‘Foki’ está viviendo el mejor momento de su carrera desde que este pasado domingo luchara contra el número cinco del mundo, Stefanos Tsisipas, por un título que no logró ganar, pero sí tener opciones serias de hacerlo. Haber llegado a la final ya es el primer gran gran paso como profesional desde que empezó a serlo hace tres años y medio.
El ascenso del malagueño ha llevado una velocidad prudente, sin excesos y con mucho aprendizaje de por medio. En 2017, cuando ganó el Wimbledon de categoría junior, empezó a escribirse su historia. Pero como él ha reconocido, aquella gesta hizo que se metiera una presión exagerada por ser más realidad que promesa del tenis.
En abril de 2021, el de Rincón de la Victoria consiguió superar la barrera del top 50. Desde este lunes, casualmente un año después, es el número 27 del mundo y con la sensación de que su erupción puede que esté cerca de su punto más álgido. El símil del volcán es como él reconoce al Davidovich del pasado: un jugador volcánico, de carácter temperamental y falto de calma cuando las cosas no salían bien. La mentalidad frágil no es buena amiga en el tenis, pero desde que se apoyó en su entrenador Jorge Aguirre comenzó a corregir esos pequeños detalles.
Demostró capacidad de resiliencia en momentos donde todo parece estar perdido, su concentración ante rivales de gran calibre como contra Grigor Dimitrov en semifinales de Montecarlo y contra el estadounidense Taylor Fritz en cuartos. Recordemos que su impulso empezó con la victoria ante su ídolo, el serbio Novak Djokovic, en un 6-3, 6-7 y 6-1 que guardará siempre en la memoria.
La regularidad es el reto
El tenista malagueño ha logrado en la tierra batida de Mónaco un subcampeonato de mucho valor, ante un experto en ese tipo de pistas como es el griego Tsisipas, reciente finalista de Roland Garros. Más allá del resultado están las formas. El mayor premio de su trayectoria (nunca había llegado tan lejos en un gran torneo) ha sido la confirmación de una regularidad que no ha encontrado en estos años.
A partir de ahiora, su crecimiento deberá asentarse. Normalmente, tras un gran logro vino un bajón y algo de inconsistencia. Este año ya tiene dos barreras superadas. Ya puede decir que rozó la gloria en un gran torneo y que vistió por primera vez la camiseta de España en la eliminatoria de Copa Davis ante Rumanía.
En el horizonte espera el Grand Slam donde el año pasado llegó a cuartos, Roland Garros, a finales de mayo. Antes, el Mutua Madrid Open o el Masters 1000 de Roma. No estará en el Conde de Godó esta semana, ya que ha renunciado por fatiga. “Todavía no he llegado a mi techo”, dijo tras la final en Montecarlo en una entrevista en el periódico El Mundo. Lo mejor de todo es que ‘Foki’ ya ha llegado a una conclusión: “Siento que puedo vencer a cualquiera”.