Matrícula de deshonor

Dignidad

Lo cierto es que no es fácil en estos tiempos mantener intacta esa moralidad y se tintan los espejos para evitar encontrarnos cara a cara con nuestros actos

Publicado: 14/01/2025 ·
11:46
· Actualizado: 14/01/2025 · 12:42
  • Frente al espejo. -
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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En estos días he oído mucho hablar sobre la dignidad, ese concepto tan volátil para muchos pero que debería definirnos y dar valor a quiénes somos. Desde siempre, hemos valorado la dignidad como el respeto propio, la integridad y esa capacidad de tomar decisiones según nuestras convicciones. Recuerdo que mi madre utilizaba “la palabra”, y faltar a ella era peor que cometer un crimen. Con el tiempo este valor da la sensación que ha caído en desuso y se subasta al mejor postor, perdiendo el poder personal, familiar y social que generaba. 

Lo cierto es que no es fácil en estos tiempos mantener intacta esa moralidad y se tintan los espejos para evitar encontrarnos cara a cara con nuestros propios actos; aunque con el estomago lleno todo es más llevadero, y aún así, no es fácil mantenernos la mirada. Con ello no quiero justificar esa falta de honor que implica la dignidad, dado que las situaciones son tan amplias que no es fácil mantener nuestros principios, aunque tampoco podemos ir presumiendo de dignos en esta actual sociedad.

En general todos hemos sucumbido de una u otra manera a esas tentaciones constantes, sobre todo, por ser esa dignidad mucho más que la traición de principios por dinero, algo que vemos día a día en gran parte de nuestros políticos, que vagan buscando fisuras donde “clavar” sus mediocres rodillas para seguir en ese efímero poder, en el que no hay tronos para todos. Como he dicho, la tentación de bajar a dichos infiernos es latente, constante y en mucho casos, muy productiva, pero cuando prostituimos nuestra dignidad, solemos generar un costo emocional enorme, que de una u otra manera nos suele pasar factura, creando en muchos casos la sensación de haber roto algo irreparable, saliendo a relucir nuestra vergüenza, “la culpa”, y esa degradación de la que no siempre es fácil salir. Cabe destacar, que en cierta medida, “pecar indignamente” es parte de nuestra evolución personal para lograr esa autenticidad que deberíamos conseguir con la madurez, y no siempre se consigue; yo aún estoy en ello.

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