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Tras las huellas del duque de Edimburgo en Windsor

Cuando un incendio asoló parte del castillo de Windsor hace tres décadas, el difunto duque de Edimburgo comandó la restauración de algunos de los salones

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  • El Castillo de Windsor -

Cuando un incendio asoló parte del castillo de Windsor hace tres décadas, el difunto duque de Edimburgo comandó la restauración de algunos de los salones calcinados, donde ahora una muestra reúne objetos que marcaron su legado como esposo de la reina Isabel II.

Un juego de ajedrez cortesía de Nelson Mandela, así como la corona y la túnica que lució el príncipe Felipe en la coronación de la reina, en 1953, son algunas de las 120 piezas de la exposición, abierta a todos los visitantes del castillo de Windsor, al oeste de Londres.

El duque de Edimburgo, fallecido en abril a dos meses de cumplir los 100 años, concibió la muestra como una celebración de su centenario, tras convertirse en el consorte más longevo de la Corona británica, con más de setenta años junto a Isabel II.

Aunque su residencia habitual fue el palacio de Buckingham, en el corazón de Londres, el príncipe Felipe compartió estrechos lazos con el castillo de Windsor. Allí fue investido caballero de la Orden de la Jarretera, y allí nació su madre, Alicia de Battenberg, como recogió por escrito la reina Victoria en un diario que ahora reluce tras las vitrinas.

Otra atracción de "Prince Philip: A Celebration" ("Príncipe Felipe: Una celebración") son los variopintos regalos ofrecidos al duque de Edimburgo en visitas oficiales, como un tocado de plumas de las Primeras Naciones de Canadá o un enfriador de vino en forma de saltamontes gigante, obsequio del presidente francés Georges Pompidou en 1972.

La muestra reúne por primera vez ante el público la corona, la túnica y el trono del príncipe Felipe en la coronación de la reina, así como el fresco que el propio duque encargó al pintor expresionista Feliks Topolski para inmortalizar la ceremonia.

Acapara todas las miradas otro cuadro, un retrato de Felipe de Edimburgo de más de 2 metros de ancho y 1,6 metros de alto que Ralph Heimans pintó en 2017, año en el que el consorte de Isabel II decidió retirarse de los compromisos públicos.

La obra brilla hoy con luz propia en el solemne salón de San Jorge, que acoge la exposición tras albergar, en un pasado no tan lejano, banquetes de visitas de Estado con más de 160 comensales y fiestas de bodas como la de los duques de Sussex o los duques de York.

FUEGO EN EL CASTILLO

El salón es una de las 115 estancias del castillo de Windsor que en 1992 fueron devoradas por las llamas de un incendio que ardió durante quince horas, pese a los esfuerzos de más de 200 bomberos de una decena de países.

Aunque la mayoría de obras de arte salieron indemnes del fuego, ya que habían sido retiradas previamente para llevar a cabo varias reformas, el salón de San Jorge y la capilla privada de la reina Victoria, en la sala contigua, no corrieron la misma suerte.

El duque de Edimburgo presidió el comité encargado de las tareas de restauración, completadas cinco años más tarde, y decidió convertir la antigua capilla en un vestíbulo (Lantern Lobby) que hoy acoge parte de la muestra, abierta hasta el 20 de septiembre.

Un poco más alejada, bajando la colina del castillo de Windsor, está la capilla de San Jorge, donde se dio el último adiós al príncipe Felipe, homenajeado ahora con varios expositores, paralelos a la exposición, que repasan su relación con la comunidad local.

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