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Oda a la derrota: perder no está tan mal

María D. Valderrama. EFE | Hace dos años, tras sumarse a la moda de ponencias de gurús con mensajes de éxito seguro y tratar de vivir conforme a eslóganes, el escritor francés Laurent-David Samama se cansó y decidió escribir una oda a la derrota: «Esconder nuestros fracasos es muy poco humano», concluye en una entrevista […]

María D. Valderrama. EFE | Hace dos años, tras sumarse a la moda de ponencias de gurús con mensajes de éxito seguro y tratar de vivir conforme a eslóganes, el escritor francés Laurent-David Samama se cansó y decidió escribir una oda a la derrota: «Esconder nuestros fracasos es muy poco humano», concluye en una entrevista a Efe.

«Tenemos derecho a fracasar y eso no es ningún drama. En nuestra vida pasamos más tiempo perdiendo que ganando. Los momentos que más nos impactan son las rupturas, los fracasos, y contra eso no podemos hacer mucho, sufrirlas», dice el autor de «Éloge de la défaite» (Elogio de la derrota).

A partir de derrotas y victorias mitificadas de la política y el deporte -especialmente con casos de Francia y España- Samama pone a esta sociedad de las apariencias frente al espejo y defiende como referentes a quienes han sabido perder.

«Fracasar nos hace más complejos», escribe, y recuerda los inicios de dos tenistas, el español Rafael Nadal y el francés Richard Gasquet.

En su juventud, Gasquet destacaba como una promesa y superó a todos los jugadores de su edad.

«Cuando jugó contra Nadal le ganó a menudo con la certeza de que jugaría así toda su vida. Esto le hizo cuestionar muy poco su juego mientras que Nadal aprendió de sus derrotas y con el tiempo convirtió sus puntos débiles en fortalezas», recuerda.

Y precisa que el ejemplo de Gasquet es «muy francés».

«Hay una gran diferencia entre la forma de perder en Francia y en España. No quiero caricaturizar, pero el francés cree que necesita trabajar menos, que tiene talento y que con eso basta, y cuando no, abandona», señala.

En Francia, los «eternos perdedores» de la política son a menudo motivo de burla entre los ciudadanos, como Alain Juppé, Ségolène Royal o Lionel Jospin, que se quedaron a las puertas de la presidencia.

Sus logradas carreras y victorias políticas de poco valieron frente a la gran derrota final: no pudieron llegar a ser jefes de Estado.

LOS EJEMPLOS DE MACRON Y MBAPPÉ

En contraposición, Samama cuestiona si lo que la sociedad entiende por éxito no es en realidad una trampa para el común de los mortales, y hace una comparación entre el presidente francés, Emmanuel Macron, y el club de fútbol Paris Saint-Germain, ambos, productos de la victoria.

Macron ganó su primera elección en 2017, lo que lo convirtió a sus 39 años en el hombre más joven en llegar al Elíseo, y, de hecho, nunca se planteó otra alternativa (dijo que abandonaría la política si no ganaba); mientras que la inversión de Catar en el PSG tiene un único fin que es la victoria del club.

«Casos como los de Macron y el PSG nos dicen que la única opción que tenemos es ganar. La mayoría no somos Macron, Neymar o Mbappé y tenemos dificultades para encajar en un modelo que ya no incluye a la gente normal con cualidades medias», opina.

Otros famosos perdedores acabaron por convertirse en héroes de la normalidad, como el gran ciclista francés Raymond Poulidor, que nunca logró un Tour de Francia, y a quien el libro esboza como un mejor ejemplo de por qué ganar no debe ser el único objetivo.

Poulidor quedará en los anales de la historia como «el eterno segundón», pero precisamente su constancia y su humanidad hicieron de él un referente en la historia del ciclismo.

APRENDER A RESIGNARSE, LA LECCIÓN DE LA PANDEMIA

Publicado a principios de 2020, «Éloge de la défaite» ha vuelto a ser reeditado en 2021 y recuperado en la prensa gala tras un año de pandemia y restricciones, que añaden un sentido particular a la reflexión de Samama, cuyo libro «Kurt», sobre el líder del grupo musical Nirvana, saldrá próximamente en español.

Quizás, dice el autor, esta crisis sanitaria ha dejado unas cuantas lecciones que nos harán más amables con nuestros fracasos.

«Esto nos está enseñando a perder o al menos a resignarnos y encajar golpes. Estamos soportando una crisis con la esperanza de poder retomar pronto el hilo de nuestras vidas. Es lo mismo que pasa cuando pierdes, la realidad se convierte en una bofetada que te obliga a cuestionarte a ti mismo», dice.

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