Los cirujanos del King’s College Hospital celebran su éxito tras operar a un feto que sufría la enfermedad de espina bífida mientras aún se encontraba en el útero materno.
Explican los especialistas que el procedimiento no es una cura, pero podría ser la diferencia entre que algunos niños aprendan a caminar o no.
Sherrie Sharp y su hijo Jaxson fueron operados a las 27 semanas de embarazo. Y todo tras el diagnóstico de la enfermedad en una exploración rutinaria a las 20 semanas de gestación.
En esas pruebas se comprobó que la columna vertebral y la médula espinal de Jaxson no se estaban formando de forma correcta. Los huecos en la columna vertebral en desarrollo dejaban ver que el cordón salía de su espalda y quedaba expuesto al líquido amniótico en el útero, algo que daña los nervios cruciales de la médula espinal y podría provocar parálisis, pérdida de sensibilidad en las piernas y problemas para controlar la vejiga y los intestinos.
La madre decidió someterse a una cirugía pionera para corregir el defecto, aunque existía el riesgo de que el bebé llegara prematuramente. Por suerte, todo salió bien.
Hasta hace poco, los padres tenían que esperar hasta que un niño naciera para una cirugía correctiva o buscar tratamiento en el extranjero. Pero la evidencia sugiere que operar durante el segundo trimestre reduce el daño a los nervios y las consecuencias a largo plazo para la salud de la espina bífida.
Los cirujanos hicieron tres pequeñas incisiones en la protuberancia de Sherrie y luego insertaron una cámara delgada y pequeñas herramientas quirúrgicas en su vientre.
A lo largo de una operación de tres horas, los cirujanos colocaron la médula espinal expuesta en su lugar y usaron un parche para cubrir la médula espinal de Jaxson. Pese a lo complicado de la intervención, todo salió bien y es una gran puerta a la esperanza.
