Un estudio de la Universidad de Milán que publica hoy Scientific Reports analizó dichos cambios con una encuesta a 426 personas que tenían perros en el mismo hogar después de la muerte de uno de los animales.

El 86 % de los propietarios observó cambios negativos en el comportamiento del perro superviviente; el 32% informó de que estos duraron entre dos y seis meses y el 25 % de que se prolongaron más de seis meses.
Ente los cambios en el comportamiento, el perro superviviente buscaba más atención (67 %); jugaba menos (57 %); estaba menos activo (46 %); se volvía más temeroso (35 %), comía menos (32 %) y aumentaba los quejidos y ladridos (30 %).

Aunque la duración de la convivencia entre dos perros no influía en el comportamiento de los supervivientes, haber tenido una relación amistosa y un dueño afligido hacía más probable que se produjeran cambios de comportamiento negativos y miedo.


Los investigadores sugieren que los cambios observados podrían deberse tanto a una reacción similar al duelo en respuesta a la pérdida de su compañero, como a una reacción al duelo de sus dueños.