Punta Umbría

Carrillo critica que se otorguen ?privilegios extraordinarios? a la Iglesia

El expolítico lamentó la ?mentalidad medieval? que tiene la Iglesia española.

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El exsecretario general del PCE, Santiago Carrillo, lamentó ayer la “mentalidad medieval” que aún tiene la Iglesia española, una Iglesia “de cruzada y de reconquista” que quiere jugar un papel determinante en el Estado y a la que la democracia sigue tratando con “privilegios extraordinarios”.

Así lo advirtió durante la presentación de su último libro, La difícil reconciliación de los españoles, editado por Planeta.

“Cuando en el resto de Europa la Iglesia llevaba más de un siglo separada del Estado, en España era aún una fuerza de gobierno, decisiva, uno de los apoyos más serios del franquismo”, explicó, lo que hizo que tuviera gran influencia en cuestiones como la educación o las costumbres sociales.

Y esa Iglesia, “que no se parece en nada a la Iglesia de cualquier otro país europeo, sigue queriendo jugar el mismo papel en el Estado que históricamente, y eso da a la derecha española su carácter diferente al resto de derechas europeas”.

“La crispación española debe mucho, por desgracia, a tener una Iglesia muy de derechas, muy nacionalcatólica, muy distinta de la Iglesia de otros países”, insistió.

Pero sobre todo cristicó que “en muchos aspectos” la democracia haya seguido tratando a la Iglesia “con privilegios extraordinarios, y eso es un problema”.

“La difícil reconciliación de los españoles”, según Carrillo, es un libro que pretende “romper la versión oficial” sobre la Transición, que hace que haya mucha gente joven que crea que esta etapa “fue una ocurrencia que tuvieron algunos señores que ocupaban puestos en el régimen de Franco, una iniciativa encabezada por el rey y grupos reformistas”.

Pero quien primero planteó la necesidad de superar la Guerra Civil y reconciliar a los españoles fue el PCE, ha dicho, que desde la clandestinidad trabajó durante unos veinte años para acabar con el régimen y lograr la reconciliación.

Fueron unos años en los que los comunistas se sintieron abandonados por el resto de países -ya que con la entrada de España en la ONU de alguna manera se reconoció oficialmente el franquismo- y en los que el pueblo español estaba exhausto tras la guerra y la dictadura y no quería un cambio violento.

Ni siquiera se admitió la propuesta del propio Carrillo de una huelga nacional que diera más peso a la ciudadanía para promover un cambio, “una idea muy similar a lo que ha ocurrido en Túnez estos días, que la calle fuese la protagonista de la caída de la dictadura”, algo que finalmente no fue posible.

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