Una noche cualquiera, después de avanzar con mi próximo libro, atender mis quehaceres cotidianos y comerme la cabeza para cuadrar la agenda como es debido, me siento en el sofá y enciendo la televisión. Entre los contenidos que se emiten y las noticias que se dan, la verdad es que no sé quién me mandaba... Pero ahí estoy, cambiando de canal hasta que encuentro un debate que parece interesante. Se habla de las pensiones, de factores de sostenibilidad y poco menos que se aboga por un modelo mixto entre contizaciones públicas y planes privados. Inevitablemente, casi sin darme cuenta, profiero una irritada exclamación: “¿qué cojones me estáis contando?”.
Todo empieza con la noticia de la jubilación flexible, ese trabajo compatible con la pensión hasta los 72 años que permite complementar la pensión con un empleo siempre que este se ejerza de forma voluntaria. Por una parte, ya sabemos lo que significa esa voluntariedad: nadie te obliga de forma explícita pero el coste de la vida lo va a convertir en una obligación si quieres comer tres veces al día y vivir bajo un techo. Por otra parte, en un país con una tasa de paro juvenil indecente, significa también cerrar más puertas si cabe a los jóvenes cuando se trata de acceder al mercado laboral. Ay, Pedrito, qué viraje a la derecha más inesperado desde que no tienes una izquierda de verdad tirándote del brazo. Bueno, reconozco que he de atemperar mi sarcasmo.
Resulta que, para colmo, se daba entre los tertulianos por hecho que para hacer sostenibles las pensiones había que alargar la edad de jubilación. Como si ya no nos jubiláramos bastante tarde... Aparte de, como decía, cerrar más puertas a los trabajadores jóvenes, eso implica más probabilidades de fallecimiento antes o poco después de jubilarse; vamos, que vas a cotizar toda la vida por una pensión que se queda corta y que encima no vas a recibir porque te vas a morir antes. Así claro que es sostenible si recibes el dinero para no tener que darlo. Si es que tendríamos que aprender de nuestros vecinos franceses, que diles tú de jubilarse más tarde a ver qué pasa.
Por lo demás, lo de siempre. Necesitamos jóvenes, decían. Un tertuliano hablaba de fomentar la natalidad, olvidando que para eso hay que eliminar la precariedad laboral, reducir los precios de la vivienda en propiedad o en alquiler, evitar que los grandes supermercados nos roben con subidas abusivas como las de hace no tanto tiempo..., en fin, que pretender que los niños nazcan está muy bien pero darles una vida digna es un detalle que se suelen olvidar los dirigentes. Pequeños detalles. Igualmente, se hablaba de la necesidad de inmigrantes, de aumentar la productividad, del empleo..., cosas de las que estoy a favor pero de las que se sigue hablando porque no se llevan a cabo con solvencia.
Al margen de todo esto, que no deja de ser algo que todos hemos escuchado y debatido alguna vez, lo primero que hay que hacer es lograr unos salarios acordes a la vida y que favorezcan el ahorro. Si no se paga más a los trabajadores, difícilmente se podrá ser un país competitivo, hacer las pensiones sostenibles y lo que es más importante: garantizar una vida digna a los ciudadanos. Ya está bien de que tengamos que levantar un país para que esté tan fuerte que pueda hundir a los mismos que lo levantan cuando dejan de ser productivos. Ya está bien de querer modelos mixtos que involucran a bancos (zorros guardando el gallinero) en lugar de garantizar el derecho a una pensión digna. Ya está bien de querer convertir nuestros derechos en sus negocios. Hombre ya.