“Las mujeres conservan el delantal hasta el fin de sus días, no se jubilan”

Publicado: 24/11/2012
José Manuel Alfaro Basilio presenta su ópera prima, 'La jubilación del delantal', como un alegato en toda regla por la igualdad de sexos y por la utilidad del jubilado.
El libro La Jubilación del delantal es el relato de la experiencia de un maestro jubilado que “descubre” el mundo de la mujer en su papel de ama de casa. A partir de estas vivencias se constituye como amo doméstico para sentir y comprender, desde el mundo propiamente femenino, el concepto  que, de las labores domésticas, siguen teniendo muchos hombres partidarios aun del machismo desigual.

—’La jubilación del delantal’ ¿Por qué ese título y no otro?
—Realmente tiene un doble sentido. Cuando a los hombres les llega el retiro de su trabajo de toda la vida, la casa es el lugar por antonomasia donde se presupone continuaran el resto de los días de su vida. Creo que la gran mayoría de ellos acaban ayudando en las tareas domésticas con más o menos resignación o indiferencia; es decir, acaban, metafóricamente hablando, colocándose el delantal por imperativo vital, o si me apura marital, diría yo. Por otra parte La jubilación del delantal viene a hacer referencia a que las amas de casa, y no metafóricamente hablando, conservan el delantal puesto hasta el final de sus días, o sea, que no se jubilan jamás.  Por todo esto pienso que era el título más apropiado.

—¿Cómo definiría su libro?
—Creo que se trata de un libro innovador por la defensa que hace de las mujeres silenciosas y a veces silenciadas. Sí, las amas de casa anónimas gracias a las cuales funciona el mundo de muchos hombres y el total de la infancia. También diría que es un libro atípico, pues no conozco texto escrito encuadernado que se constituya en alegato de las amas de casa denominadas de profesión “sus labores”.

—¿Cree de alguna manera que su libro puede tener cabida en la crítica sociedad actual?
—La crisis socioeconómica que estamos padeciendo obliga impepinablemente a la búsqueda de soluciones para salir de la misma, pero también invita a pararse a pensar. Creo que el libro ayuda a entender y a ajustarse a la realidad de los tiempos actuales.

—Es por eso de pararse a pensar por lo que el libro parte de una visión filosófica de la vida doméstica.
—Efectivamente. Creo que la falta de reflexión junto a valores no cultivados, como la paciencia, la austeridad, la espiritualidad, etc. han contribuido al fracaso de la sociedad del bienestar repercutiendo inevitablemente en la vida doméstica. Hoy creo más que nunca en la importancia de las humanidades inclusive para enriquecer algo tan aparentemente banal como las relaciones personales en el primer mundo, que para mí es el doméstico una vez excluido cada ser humano individualmente considerado.

—En el sentido que me responde es cierto que estamos viviendo unos tiempos en que tanto las prejubilaciones como las jubilaciones están muy presentes en muchos hogares españoles.
—Sí, en este sentido pienso que este libro puede ayudar a muchos jubilados, digamos desconcertados. En primer lugar haciéndoles ver que el jubilado, se jubila del trabajo, no de la vida. Son muchos los que piensan que las personas que han terminado su ciclo laboral remunerado, cualquiera que sea la causa, han dejado de ser útiles a la sociedad a la que sirvieron, y su misión es descansar de su vida activa o generalmente, servir de obligados comodines para las necesidades familiares. La sociedad debería aprovechar la experiencia y sabiduría acumulada durante toda una vida, y el jubilado debería atreverse a sacarle partido a la vida que le queda por vivir, aún desde su capacidad residual y desde unos ritmos más lentos ¿Quién dice que a partir de los cincuenta y cinco años no se puede ser creativo? Muchas veces se ignora que los jubilados siguen teniendo sueños por los que luchar. En este sentido creo que la jubilación puede ser el último intento en la reanimación de los sueños perdidos o postergados.

—¿Piensa que puede baber algún nexo común entre el hombre jubilado y el ama de casa?
—Pienso que este libro puede ayudar a que el hombre empiece a comprender cómo sienten las mujeres que nunca han recibido salario o compensación económica alguna por su trabajo infinito de ama de casa, al tiempo que descubren cómo se vuelven invisibles a la sociedad a la que se benefició, después de muchos años de disfrutar de un papel social reconocido.

—El libro en cuestión está dividido en dos partes En la primera se describen las acciones domésticas y las reflexiones y situaciones humorísticas que se derivan de ellas. En la segunda se argumentan las bases teóricas que intentan demostrar las vivencias de la primera parte. ¿Puede existir en todo esto algún matiz autobiográfico?
—Sin ser mi libro una autobiografía, bien es verdad que se vislumbran situaciones, hechos, o pensamientos que llevan implícitas casi de forma inevitable la impronta de la vida del autor. En este sentido pienso que todo escritor deja impresa en sus escritos la buella de aquellas vivencias que han marcado su vida, independientemente de la dureza o benevolencia de la realidad vivida y de las que a veces es dificil contenerse, a riesgo de parecer irrespetuoso o incomprendido.

—Me llama la atención el relato que aparece casi a la mitad de la primera parte. ¿Tiene alguna función particular, pues su contenido no deja de parecer algo sorprendente?
—Es cierto que el argumento pudiera ser chocante pues se habla de la vida y la muerte, pero en su exposición no deja de ser el relato costumbrista de un ama de casa asalariada a la vez, y la cruda experiencia de su vida con las justas pinceladas de ficción. Su objeto es interrumpir la labor de la limpieza de los capítulos anteriores con una historia que le haga olvidar al lector por un tiempo la rutina del limpiar.

—Según se lee en la solapa de tu libro se considera más que un escritor, un aficionado a la escritura ...
—Bueno, realmente es así. Creo que en este vasto y técnico mundo de la escritura me queda mucho por aprender. A pesar de todo me encuentro a gusto en este aprendizaje ya que el fondo en el que me asiento es su efecto terapéutico. El resto son sólo consecuencias. Más que un escritor, me considero mejor una modesta intención escritora.

—Y para terminar y volviendo al libro que nos ocupa. ¿Qué espera realmente de su publicación y lectura?
—Primeramente el revalorizar a la mujer , a las madres, a las abuelas, tanto presentes como pasadas, en su papel de amas de casa dedicadas a los demás. Fue GiIles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés nacido en 1944, el que decía en La tercera mujer que la mujer ama de casa no se pertenece, pertenece a la familia. Yo quiero defender que se pertenece por derecho y contra los convencionalismos sociales que la han colocado en sus labores perpetuas. En segundo lugar cuestionar la funesta influencia masculina en esta discriminación femenina y también, aunque en la trastienda de estos propósitos, pero con todo el corazón puesto desde su inicio, rememorar a familiares ya ausentes de mi vida, de nuestra vida.

—¿Si tuviera que resumir el libro en pocas palabras cómo lo haría?
—Como la alternancia entre la risa y el llanto, la reflexión y el aprendizaje. Todo en aras a enaltecer un oficio milenario injustamente reconocido.

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