El pasado 8 de abril, Nicolás Salas firmó en este mismo medio un artículo recordando a los históricos comunistas José Díaz y Saturnino Barneto, en el que el periodista reivindicaba ambas figuras, lamentando el olvido al que se han visto condenados en su Sevilla natal. Nada debiera extrañarnos el que alguien como Salas estime tanto a personajes en sus antípodas ideológicas. Él es así. Le puede su sevillanía, y por eso no soporta que no se reconozca a los grandes hombres sevillanos, aunque estos hayan destacado en algo tan alejado a él como la ideología comunista. Para enmendar esta injusticia Salas terminó su artículo proponiendo la repatriación de los restos de Díaz y Barneto, ignorando el hecho de que el cuerpo del primero ya se encuentra en Sevilla desde hace años.
Lejos de lo expresado por Salas, nadie que conozca la política memorialística reciente puede afirmar que Díaz y Barneto no hayan sido recordados en Sevilla. José Díaz, que es hijo predilecto de la ciudad, tiene de hecho una avenida con su nombre en la Macarena, además de una placa en la calle San Luis que lo recuerda como vecino ilustre del barrio. Muy cerca de allí, en El Pumarejo, otra placa conmemora que en ese lugar fue asesinada Isabel Atienza, la anciana madre de Barneto que da nombre a la agrupación comunista del distrito centro. Por si esto no bastase, José Díaz recibe dos homenajes anuales al que acuden centenares de personas de toda la provincia para recordar al que, sin lugar a dudas, sigue siendo el dirigente histórico más admirado del comunismo sevillano.
Pero pese a lo desacertado de estas afirmaciones, he de reconocer que lo que más me ha llamado la atención del artículo no tiene nada que ver con la memoria sino con la Historia -o más bien con su intento de manipulación-, ya que Salas aprovechó su escrito para defender una vez más que Díaz y Barneto llegaron al PCE atraídos por un agente soviético llamado Alexis Katezbencov. Esta idea, fruto de los excesos imaginativos de Salas, plantea que la captación de los sevillanos se debió a un plan ideado por la Internacional Comunista, que decidió atraer a estos a sus filas para implantar en España la dictadura del proletariado. La tesis no es nueva. Salas lleva más de veinte años defendiéndola aunque no ha sido todavía capaz de presentar ninguna prueba. No debe importarle demasiado, pues parece dispuesto a morir con las botas puestas, repitiendo hasta la saciedad que su conjetura es la correcta.
Cuatro años de investigación exhaustiva de la vida de José Díaz me permiten afirmar que la hipótesis de Salas es falsa, aunque viene como anillo al dedo a viejas teorías franquistas que magnifican la importancia del comunismo en España para demostrar la necesidad del golpe de 1936. No culpo a Salas por posicionarse con estas teorías. La neutralidad no es propia a las Ciencias Sociales. Pero aun así, nada justifica que para defender una posición se puedan inventar episodios no ocurridos, ya que con ello se rompe el compromiso del investigador con la verdad, auténtica base sobre la que se asienta la propia Historia y verdadera razón de ser de la disciplina.
Alejandro Sánchez Moreno
Historiador