Javier Benjumea responde con nobleza al golpe de su hermano

Tenía la oportunidad de vengarse ante la juez Lamela pero al no hacerlo deja más en evidencia a Felipe

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  • FELIPE Y JAVIER BENJUMEA -
  • Tenía la oportunidad de vengarse ante la juez Lamela pero al no hacerlo deja más en evidencia a Felipe

Felipe Benjumea lo volvió a hacer (echar a su hermano Javier de Abengoa por segunda vez el 30 de junio, tras la de final de 2007), pero este último también lo ha vuelto a hacer (evitar la venganza). Javier no declaró ayer ante la juez Carmen Lamela de la Audiencia Nacional en el juicio por la indemnización recibida por su hermano al dejar la presidencia, de 11,4 millones. Acudió como testigo y tiene por tanto derecho a no hablar.

Eso sí, tenía todo a su favor para hacer sangre, pero la familia pesa más para Javier. Es el mayor de los dos hijos varones del fundador de Abengoa, Javier Benjumea Puigcerver, y siempre se ha tomado en serio el título nobiliario que heredó de su padre (Marqués de La Puebla de Cazalla); y su pertenencia a diferentes instituciones de rancio abolengo (y que conservan parte de su influencia clasista)  en Sevilla. Alguien que cultiva y cree en esos valores, alguien que en definitiva y aunque suene cursi trata de actuar como un caballero, no podría decir de su hermano todo lo que quizá una parte de su mente le impelía a decir.

Su silencio, por ello, ha sido atronador. Y deja a Felipe, una vez más, en evidencia. De hecho, esta última pelea entre hermanos con la crisis que va a desintegrar Abengoa de por medio, se produce porque Javier apuesta por salvar el patrimonio de las familias -la suya, y la de las otras cuatro que han acompañado a los Benjumea durante los 75 años de vida de Abengoa- antes que salvar la empresa. Felipe, obsesivo con salvaguardar el legado ingenieril de su padre, entendía y sigue entendiendo que la salvación de una está indisolublemente ligada a la de la otra (siendo esta otra Inversión Corporativa, la patrimonial de las familias).

A partir de ahí, y si Felipe se mira en el espejo del tiempo y de la humildad, verá cómo su propia familia, los Benjumea, está dividida por su incapacidad para empatizar y convencer. Felipe, fundamentalmente, ha comprado voluntades y dividido maniqueamente a sus colaboradores.

Javier, más sereno, igual de discreto y, posiblemente, mejor persona que su hermano, ha vuelto a hacerlo: colocar a Felipe en su sitio.

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