Las largas colas registradas durante estos días ante la Casa Fabiola, donde incluso se colocaron carteles anunciando un número máximo de personas que podían estar simultáneamente en el interior, son la mejor demostración del éxito logrado por el museo Bellver (oficialmente todavía sólo puede denominarse como donación de arte) tras su inauguración. El mecenas Mariano Bellver ha tenido que esperar hasta los 90 años de edad para ver cumplido el sueño de su vida tras tres lustros de frustraciones por la lentitud de las Administraciones Públicas: la materialización de la donación de su colección artística, valorada en unos 15 millones de euros, a la ciudad que no le vio nacer pero que él ha hecho suya y a la que ha mostrado la máxima prueba de amor legándole la mayor parte de su patrimonio sin esperar nada a cambio.
Además, ha impuesto como condición que todos los sevillanos y empadronados en la ciudad tengan acceso gratis a este magnífico museo, culminado gracias al impulso final del alcalde, Juan Espadas. Ahora, el Ayuntamiento debe estudiar cómo corresponder cuanto antes, siquiera de forma simbólica, a la magnanimidad de este filántropo, gracias al cual Sevilla cuenta con un museo de primera categoría que otras ciudades pugnaron por arrebatarle, sin éxito por la fidelidad y generosidad de Bellver. Otros en su lugar no hubieran aguantado quince años de dilaciones.