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Supuestos fósiles de medusa son de anémonas dadas la vuelta

EP | Innumerables fósiles de anémonas de mar han estado ocultos a plena vista durante casi 50 años, al ser identificados por error como medusas. En un artículo publicado recientemente en la revista Papers in Palaeontology, Roy Plotnick, paleontólogo de la Universidad de Illinois Chicago, y sus colegas informan que para llegar a esta conclusión […]

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EP | Innumerables fósiles de anémonas de mar han estado ocultos a plena vista durante casi 50 años, al ser identificados por error como medusas.

En un artículo publicado recientemente en la revista Papers in Palaeontology, Roy Plotnick, paleontólogo de la Universidad de Illinois Chicago, y sus colegas informan que para llegar a esta conclusión «simplemente les dieron la vuelta».

«Las anémonas son básicamente medusas dadas la vuelta. Este estudio demuestra cómo un simple cambio de una imagen mental puede dar lugar a nuevas ideas e interpretaciones», afirma Plotnick, profesor emérito de Ciencias de la Tierra y Medioambientales.

Miles de millones de anémonas de mar adornan el fondo de los océanos de la Tierra, pero se cuentan entre los fósiles más raros porque sus cuerpos blandos carecen de partes duras fácilmente fosilizables.

Los fósiles de la nueva investigación proceden de los yacimientos de Mazon Creek, de 310 millones de años, en el norte de Illinois. Mazon Creek es un Lagerstätte de fama mundial, término utilizado por los paleontólogos para describir un yacimiento con una conservación excepcional de fósiles. Un antiguo delta permitió la conservación detallada de los organismos de cuerpo blando de Mazon Creek porque millones de anémonas y otros animales quedaron rápidamente enterrados en sedimentos fangosos.

Según Plotnick, el fósil más común en Mazon Creek es, con diferencia, el conocido por los coleccionistas locales de fósiles como «la mancha». Plotnick señala que estas manchas eran tan comunes y a menudo anodinas que muchas se desechaban o se vendían por unos pocos dólares en los mercadillos locales. No obstante, los coleccionistas aficionados donaron casi todos los ejemplares a las colecciones de los museos.

En 1979, Merrill Foster, profesor de la Universidad de Bradley, realizó el primer estudio detallado de las manchas. Decidió que eran medusas y las denominó Essexella asherae. Foster informó de que estas medusas tenían una característica única que no se encuentra en ninguna medusa viva. Se trataba de una «cortina» resistente que colgaba de su campana en forma de paraguas -la parte superior de una medusa-, similar a una falda que rodeaba sus brazos y tentáculos, lo que explicaba su forma de barril.

Plotnick dijo que Foster también sugirió que un pequeño caracol que a veces se encuentra en la falda era un depredador, similar a los caracoles que se alimentan de medusas en los océanos modernos.

En su nuevo trabajo, publicado en Papers in Palaeontology, los paleontólogos echaron un nuevo vistazo a Essexella examinando miles de especímenes de museo.

«Rápidamente se hizo evidente que no sólo no era una medusa, sino que, dada la vuelta, era claramente una anémona, probablemente una que excavaba en el fondo marino. La ‘campana’ era en realidad un pie muscular expandido que servía para introducir la anémona en el fondo marino», explica Plotnick.

La robusta ‘cortina’ era el cuerpo en forma de tonel de la anémona. Otra especie de medusa fósil que parecía una margarita resultó representar unas raras anémonas aplastadas de arriba abajo, como quien pisotea una lata de aluminio.

«Aunque la mayoría de estos fósiles se conservan como manchas en descomposición que parecen un trozo de chicle usado en la acera, algunos especímenes están tan magníficamente conservados que incluso podemos ver los músculos que las anémonas utilizaban para doblar y contraer sus cuerpos», afirma Graham Young, coautor del estudio y experto en medusas fósiles del Museo de Manitoba.

Los investigadores explican que la gran variedad de conservación observada en los especímenes de Essexella se debió a los diferentes tiempos que las anémonas muertas permanecieron en el fondo marino antes de ser enterradas. El caracol no era un depredador, sino un carroñero de los cadáveres.

«Cuando las gelatinas como la Essexella llegan a la playa, se convierten en un auténtico bufé, donde se alimentan caracoles y otras criaturas como las que vemos en este yacimiento fósil», explica Young.

El equipo también sugirió que un fósil común de la misma época, que durante mucho tiempo se creyó que era la madriguera de una anémona, fue hecho por un animal similar a la Essexella. Como la Essexella es tan abundante, es posible que viviera en grandes agregaciones en el fondo marino, informan.

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