Torremolinos

“El lugar ideal de mi escultura es la calle, no me gusta tenerla encerrada”

Elena Laverón, escultura y autora de las obras de la muestra 'Poesía Multiforme' que se puede visitar en Plaza Costa del Sol hasta el 30 de abril

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  • Elena Laverón -

Elena Laverón, hija de una “familia de nómadas” nació por casualidad en Ceuta en el año 1938. Tras pasar su infancia y primera juventud en diferentes guarniciones militares en Marruecos como Ketama, Arcile o Tánger, se trasladó a Barcelona y más tarde a Gerona donde se matriculó en la escuela de Bellas Artes de San Jorge. Además, aunque perfeccionó su arte  haciendo prácticas en Esplugas, en el taller de Angelina Alós, y más tarde también estudió en París  gracias a un primer premio de escultura que obtuvo del Círculo Aristides Maillol, e incluso ejerció como profesora durante algunos años, es evidente al ver su obra, que el trabajo de Laverón tiene una personalidad propia, única y original nacida de una fuerte voluntad – llevar a cabo la creación de sus grandes escultura son prueba de ello- y una profunda sensibilidad que igualmente desprende la artista en las distancias cortas. Amable, discreta y muy entrañable, al conocerla se puede entender la “vitalidad” de su escultura.

 

Esta reconocida artista cuyas creaciones decoran espacios públicos como la sede de la Unesco en París, el Crown Pointe de Atlanta, el museo Guggenheim de Nueva York, el Mulheim de Alemania o el Reina Sofía de Madrid, decidió trasladarse a Málaga en 1966 tras varios años en Alemania, por lo que se considera andaluza de “elección”.

Recientemente galardonada en el Día de Andalucía en Málaga “por su contribución a la tarea de construir una Málaga mejor y su demostración de la vitalidad, la fuerza y la energía que tiene la sociedad civil malagueña", es también protagonista en Torremolinos donde la obra Elena Laverón, “la artista que sacó el arte a la calle”, adorna un emblemático espacio del municipio.

 

Así, inaugurada el pasado 23 de enero, la exposición de esculturas ‘Poesía Multiforme’ de Elena Laverón, convierte la plaza Costa del Sol hasta el 30 de abril es un espectacular y magnifico museo al aire libre. Un total de 11 piezas escultóricas de gran envergadura, realizadas en bronce o piedra artificial, que algunos casos alcanzan los 2,5 metros de altura y los 4 metros  de ancho, dan vida a esta recientemente zona libre de vehículos del centro histórico de Torremolinos.

 

La obra de Laverón atrapa por su grandiosidad y magnificencia, la misma que invita a entrar en contacto directo con su mensaje. La serenidad y quietud que transmite reflejan un momento complejo que hace que sus obras no se aíslen del mundo, todo lo contrario, consiguen y procuran un diálogo continuo con el paseante, que podrá tocar e interactuar con la obra, convirtiéndose en una exposición interactiva para todos los públicos.

 

Sobre esta obra y su creadora escribió Mario Vargas Llosa: “La poderosa energía que emana de sus esculturas suele concentrarse en esas piernas robustas que las sostienen, y en las que ellas parecen asentadas como en unos cimientos indestructibles, preparados para resistir las más feroces arremetidas. Por eso, esas siluetas dan tanta impresión de seguridad y consistencia, de dominio de sí mismas y de su entorno. Pero, pese a ser tan desproporcionadas, y tan fuertes en relación con los estilizados cuerpecillos que sostienen, no hay en esos muslos tan musculosos nada de caricatural ni de grotesco. Por el contrario, reina en ellos una armonía interior y una afirmación optimista de la vida, de los sentidos, de la materia, del placer. Por eso, danzan con tanta gracia con los bailarines o se abren, gozosamente impúdicos, en esas muchachas exhibicionistas que parecen ofrecer su intimidad, o se trenzan con los muslos del adversario en los combates de lucha libre, o se doblan o reclinan o tumban o flexionan con los discóbolos, golfistas o patinadores o mudan en bancos o chaise-longues o interponen como un biombo para proteger de las miradas indiscretas a esas mujeres recostadas en poses de odaliscas que parecen preparadas para hacer el amor.

 

Hayan sido sorprendidos en el seno del hogar, como parte de la familia, o al aire libre, ejercitando un deporte, divirtiéndose, luchando, meditando, pescando o amando, los hombres y las mujeres de Elena Laverón se entregan a lo que hacen con alegría y plenitud, como si, haciendo lo que hacen, cumplieran con una obligación sagrada y realizaran un designio de su ser. Por eso, sus esculturas nos comunican esa sensación optimista y estimulante; cada una de ellas delata esta convicción: la vida vale la pena de ser vivida.”

 

Nace en Ceuta, pero lleva tanto tiempo en Málaga que  se considera andaluza…

–Sí, nací en Ceuta, pero también de casualidad. Es una historia muy larga,  en realidad yo debería haber nacido en Ketama, que era donde estaba mi familia “nómada” entonces, pero en aquella época no había médicos en esas zonas y si se cortaban las carreteras no llegaban, entonces mi madre se iba a Ceuta a tenernos, pero yo lo conocí ya mayor, después de volver de Cataluña. Mi infancia fue itinerante pero maravillosa, vivimos en Ketama, Arcila, Tánger, Alcazarquivir, Larache… Más tarde me trasladé a estudiar a Barcelona y Gerona, pero volvía los veranos a Ceuta, así durante varios años.

 

¿Y cómo llega a establecerse en Málaga?

–Cuando terminé la carrera en Barcelona, estuve cuatro años dando clases de dibujo en Ceuta en un instituto. Y desde Ceuta venía a menudo a Málaga, donde hice varias exposiciones, eso era por los años 60. Era una ciudad que me gustaba mucho. Luego me casé y nos fuimos a Alemania, estuvimos allí un tiempo y a la vuelta decidimos establecernos aquí. Nos gustaba por el clima, por el ambiente, por todo…Eso fue en el año 66  que vinimos a probar y aquí nos quedamos. Es la ciudad en la que más tiempo he vivido, soy una malagueña de elección.

 

Usted estudió Bellas Artes, pero ¿cuándo decide que va a dedicarse al arte como profesión?

–Si, yo estudié Bellas Artes en Barcelona, precisamente porque ya desde muy niña supe que la creación artística era lo que más me divertía, lo que más me gustaba. Pintaba, modelaba…hasta que me fui a estudiar la carrera en el año 55.

 

¿Había muchas mujeres estudiando entonces esa carrera?

–No, entonces no estudiaban demasiadas mujeres ninguna carrera, pero Bellas Artes menos porque además estaba muy mal visto, por el ambiente artístico, por la libertad… no sé, por las clases de desnudo de dibujo, que es lo más natural del mundo, pero la gente en aquella época, ya se sabe…

 

¿Había antecedentes artísticos en su familia?

–Por parte de mi padre, sí. Tenía un tío que era pintor y podría haber llegado a ser muy grande, pero desapareció durante la guerra civil. Aún así, dejó un trabajo pictórico muy importante.

 

¿Y usted porque se inclina por la escultura? ¿No pinta? 

–En Bellas Artes estudié dibujo y pintura, era lo que había entonces. Y si pinto, siempre lo he hecho, pero para mí, porque me relaja, me gusta… es más como una afición. Profesionalmente, siempre me he sentido más atraída por la escultura, es mi forma de expresarme y además creo que soy mejor escultora que pintora.

 

¿Qué tiene la escultura para usted que no tengan el resto de las artes? ¿Quizás el trabajar con las manos?

-Creo que tiene que me consideran mejor escultora (ríe). No, lo de trabajar con las manos es lo de menos, lo importante en la escultura es el proceso creativo, es complejo e interesante, más mental. Modelar es muy “geométrico”, hay que pensar en la forma, las dimensiones… es un proceso que no tiene la pintura, por eso me gusta pintar, para relajarme.

 

Precisamente tenemos  la idea de que modelar tiene algo de íntimo o espiritual… 

–Bueno, sí, esa es una parte. Yo siempre empiezo el proceso creativo modelando en barro, directamente con las manos le doy forma a la pieza, pero eso es solo el principio porque tengo una forma de trabajar que no acabo nunca. Realizo un boceto y a veces lo guardo en el cajón. Pasado un tiempo lo vuelvo a ver, lo retoco y lo modifico. Estudio cada ángulo y lo mismo me sucede cuando realizo la escultura. La coloco en una zona donde pueda ver cómo la transforma el sol durante el día y observo hasta que encuentro lo que busco, aunque nunca estoy segura de lo que estoy buscando.

 

¿Qué le sirve a usted de inspiración? 

–La inspiración llega trabajando. Trabajando y observando y dejando pasar el tiempo. Pones en marcha una idea y con el tiempo esa misma escultura se va puliendo y transformando. También me inspiran cosas que veo en la vida y que me gustan, naturaleza, movimiento…

 

Los edificios históricos están llenos de esculturas, desde una columna hasta una gárgola, de las que apenas somos conscientes, ¿hace eso que esté como arte menos considerada que la pintura? 

– Sí, es verdad que la escultura es la hermana pobre de las artes. No sé si por eso de que está tan a la vista que la gente no es consciente de ella. Y está claro que un cuadro es fácil de llevárselo a casa, una escultura no, y más si son de ciertas dimensiones.  A no ser que tengas una casa grande, o un jardín. La escultura es para el exterior. Yo ahora estoy trabajando con escultura más pequeña, ya no puedo con tanto volumen, aunque si algo me gusta, lo amplío.

 

Usted tiene esculturas de todos los tamaños, aunque son las de grandes dimensiones las que adornan importantes espacios públicos de todo el mundo. Ahora mismo, también en Torremolinos con su muestra ‘Poesía Multiforme’. ¿Cómo se organiza esta exposición? ¿Le gusta que su trabajo sea para todos, sea tocado y disfrutado?

–Las obras que forman la exposición de Torremolinos son obras privadas, en su mayoría estaban en mi jardín y nunca habían sido expuestas pues no es fácil organizar una muestra con esculturas de esas dimensiones. Se puede poner una en un espacio o una plaza, pero una colección de obras así, es difícil. Algunas de estas esculturas tienen réplicas en pequeñas dimensiones o hay alguna serie de ellas, pero las originales, que estaban aquí en mi casa, están ahora en Torremolinos y tienen ya bastantes años.

Me encanta que mi trabajo sea tocado y disfrutado.  Creo que su lugar es ese, en medio de la gente. Yo creo mis obras para que estén en la calle, nunca me ha gustado tenerlas encerradas.

 

¿Le gusta cómo queda su exposición en la Plaza Costa del Sol peatonalizada?

–Mucho, al principio tenía mis reservas porque las esculturas son muy grises y el suelo muy gris, pero me dijeron de aclarar algunas zonas y yo dudaba, aunque tengo que reconocer que tenían razón y ha quedado perfecta, a veces se necesitan otras perspectivas (ríe)

Y la Plaza Costa del Sol, cuando esté terminada, creo que va a quedar muy bien. A mí me gusta mucho. Hay que pensar que todos los centros históricos de ciudades y pueblos están optando por ser peatonales y con mucho acierto. Tampoco entiendo a la gente que se queja porque no pueden pasar o aparcar por ahí, pero ¿es que antes se podía aparcar? Yo nunca había podido. Quizás debamos acostumbrarnos a usar menos los coches en las ciudades y caminar más contemplando la belleza que nos rodea.

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