Humanas salidas de la pandemia
La extraordinaria y amarga experiencia vivida por toda la población del país, consecuencia directa de la pandemia sufrida, ha aportado un conjunto de conclusiones, que sin duda permitirán prevenir futuras pandemias, siempre mirando al bien común de todas personas. En el horizonte inmediato la más que probable irrupción de otros virus o microbios patógenos y la aparición de nuevas enfermedades como consecuencia del cambio climático, permiten extraer dos grandes conclusiones. Primera: Todos los servicios esenciales deben ser de titularidad pública. Segunda: Se ha comprobado que es posible frenar la contaminación y hacer frente al cambio climático. Ambas se sostienen en que es imprescindible aplicar la planificación de todos los servicios esenciales.
El debate de las últimas décadas sobre lo público y lo privado, ha quedado zanjado, cuando circunstancias excepcionales ponen la defensa del interés general en el centro de la solución como garantía del bien común. A la defensa del interés General, y del bien común están totalmente ajenas, por su naturaleza codiciosa e individualista, las reglas del competitivo Libre Mercado. La libre competencia privada, una vez garantizado ese interés general por la Planificación pública para atender servicios esenciales, podrá funcionar en aquellos sectores donde nunca esté comprometido el bien común. Una máxima parece haber anidado en las mentes y corazones de las personas que están pasado por esta trágica pandemia. Los derechos esenciales de las personas nunca pueden ni comprarse, ni venderse. No es posible mercadear con los servicios esenciales porque son la garantía del ejercicio de esos derechos.
La primera conclusión conlleva extraer del juego del Mercado, donde actúa la llamada “iniciativa” privada, de toda la actividad relacionada con esos derechos esenciales: Toda actividad relacionada con la salud; médica y farmacéutica. Toda aquella que preste atención a la dependencia y cuidado de los mayores. Y la formación de las personas, mediante la educación. Todas deben ser realizadas por instituciones de titularidad pública.
La segunda conclusión se obtiene al comprobar que los índices de contaminación se han reducido drásticamente, por lo que hay que insistir en que los focos de la misma sigan inactivos. Para ello es imprescindible reordenar los usos de los transportes privados, mejorando sustancialmente los públicos y que todos ellos sean no contaminantes. Producir inmediatas transformaciones en las industrias contaminantes para que se deje de utilizar combustibles fósiles para ser reemplazados por energías no contaminantes.
Reducir razonablemente los desplazamientos en vehículos privados supone establecer un ordenamiento del trabajo presencial en las empresas reduciéndolo al mínimo imprescindible. El Teletrabajo debe implementarse de forma estable y segura, mejorando sustancialmente las redes de comunicación, que deberán estar cableadas, para evitar las contaminaciones provocadas por las ondas electromagnéticas. Todos los centros de trabajo, instituciones públicas incluyendo todos los centros educativos, utilizaran servicios de internet mediante cableado.
Aquellas actividades laborales presenciales deberán escalonar sus horarios para evitar concentraciones de personas en las llamadas horas punta. Así como establecer de forma real el derecho a la conciliación de la vida laboral y personal. Se restringirá el uso del transporte en aviones, y del privado por carretera, aumentando la oferta de transportes colectivos, por carretea o por ferrocarril, que pasarán a ser un servicio esencial y por tanto de titularidad pública.
El intenso miedo, la enorme inseguridad, el confinamiento de semanas enteras, el dolor por la muerte de seres queridos hoy sirven para enfrentarse a un inmediato futuro esperanzador y ya que tendremos que hacer un esfuerzo titánico como sociedad, bueno será que orientemos bien la salida para prevenir nuevas y enormes catástrofes. Todas las personas juntas tendremos alguna posibilidad, dividámonos, miremos más el interés particular que el bien común, y el desastre está servido.
Fdo Rafael Fenoy Rico