Jerez
?El Chipi? convierte el parque María Cristina en un bar de amigos canallas
En mitad del concierto, los músicos se bajaron del escenario, que se convirtió en un bar
?El Chipi? presentó también su proyecto de flamenco y el próximo disco de ?La Canalla?
Muy pocos pueden conseguir darle la vuelta al clima de un concierto, y convertirlo en algo tan de los artistas como del público. Tan de todos. Y Antonio Romera, El Chipi, lo logró anoche en la reaparición en su pueblo con el grupo La Canalla en el Parque María Cristina de Algeciras. En el ambiente se respiraba que aquello no iba a ser un concierto al uso normal, y el público ya se vio sorprendido desde su inicio, cuando, antes de que arrancara la música, este grupo de canallas comenzó a repartir copas de vino entre todos los asistentes a la cita, que sumaban más de doscientas personas.
El ambiente era propicio para una comunión entre músicos y público, para un concierto de participación de los asistentes, de identificación. El buen vino sirvió también de excusa para que El Chipi pudiera brindar con el respetable “por las flores del mundo de la canalla”.
El líder del grupo acercó a los asistentes a la calidez de su espectáculo con un brindis “por vosotros, fulanos, hijos de los menganos que habitaís en el rellano de esta injusta jerarquía. Por vosotros, compañeros, que sufrís a la gran chusma, al político usurero, de la ley del yo primero y que después vengan las ratas”.
Y tras tanto prolegómeno, con el público ya metido de lleno en el crisol de ideas y sentimientos de este original grupo, comenzó la música, que fue haciendo subir el ánimo de todos, convertidos ya en parte de ese universo canallesco reinventado por los músicos del grupo.
Ese aire nocturno y burlesco ya se brindó al público en el primera tema, La mia Ragazza, en la que los compases del jazz más desenfadado y contagioso sirvieron de carta de presentación para mantener conectado al público.
Pero la facilidad para navegar por estilos, formas y mensajes se reveló con rapidez en el segundo tema, Dame tinto y dime tonto, en el que bolero dio paso a la ternura, a la sensibilidad por una historia vagabunda, callejera y anónima, que La Canalla logra elevar al principado de los personajes con historias reales, cercanas, que contar.
El concepto de copla actualizada, aliñada de jazz y flamenco, que nutre la esencia de La Canalla se vislumbra rápido en los primeros temas de sus conciertos, sobre todo en esa temática de los canallas, los malditos de la sociedad.
Y nada más copla que La loba, el tercer tema de la noche, que ya fuera eternizado magistralmente por Pasión Vega, y en el que la rabia y el dolor de un mensaje digno de Marifé de Triana cala entre el público con una renovación genial del género, décadas después.
Los sonidos más flamencos del tanguillo de La Legionaria y el ritmazo de Tito Wanted y Candela prolongaron la fiesta en la plácida noche veraniega del parque María Cristina.
Pero, tras estos temas, volvió a irrumpir la sorpresa y el variadísimo espectáculo en el que El Chipi estaba convirtiendo el concierto.
¿Fin del concierto?
La música cesó, y el líder de La Canalla se dirigó al público con la frase “Vámonos todos al Café Teatro”, tras lo cual los músicos se bajaron del escenario. Los asistentes no daban crédito a lo sucedido, con un concierto muy breve, y un final brusco y con poca conexión.
Sin embargo, el guiño no podía ser mejor. A los escasos minutos, en el escenario se había montado una réplica del Café Teatro, el bar de El Chipi, en el que se gestó el germen ideológico y musical de La Canalla. Tras la barra, su socio Jesús Marín, y Luis El Pipa interpretando a un borracho, comenzaron un diálogo teatral que sorprendió a los asistentes, algunos de los cuales ya habían hecho el ademán de irse del parque.
La breve obra simuló el diálogo entre el camarero y el cliente, mientras los golpes en la puerta del bar interrumpían la conversación, con un “¡está cerrado!” por colérica respuesta de Jesús Marín.
Mientras, el cliente se burlaba de él adelantándole que quien pegaba era El Chipi, que después de habérselo “llevado calentito”, venía para darle trabajo al bar. Finalmente, al abrirse la simulada puerta del bar, los músicos vuelven a aparecer en escena acompañados de un grupo de amigos, y el escenario, convertido en un bar, volvió a abrirse a la música.
La original interrupción sirvió para volver a levantar al público, que entró en una entusiasmada comunión con lo que allí sucedía, y que no se rompió hasta después del concierto. Hasta mucho después del concierto, a decir verdad.
Los temas Jauja, Te quiero mailof, Enganchaíta de mi vida, el Tango del Tirao, Infinito Universo de las cosas y la Nana pusieron un broche memorable al concierto. Algunos de estos temas, convertidos ya en himnos para la creciente legión de seguidores de La Canalla, fueron coreados por los asistentes, que se fueron sintiendo cada vez más parte del show.
Antonio Romera se fue sintiendo cada vez más cómodo en el escenario de su pueblo. Y no quiso desaprovechar la ocasión para presentar a los algecireños el proyecto en el que se encuentra trabajando con los músicos José Manuel León y Alicia Carrasco para la dignificación del papel de la mujer en el flamenco. Así, aprovechando la presencia de los artistas, ambos interpretaron una vidalita enmarcado en este proyecto, para la cual se sirvieron de la colaboración de Javier Galiana. Tras ello, los clientes desalojaron el improvisado bar, y Galiana y Chipi se quedaron solos en el escenario, lo cual aprovecharon para presentar una pincelada del próximo disco de La Canalla.
El fin de fiesta llegó con el tema Pepe Jipi, en el que el escenario se llenó de personas, en una comunión de música entre público y músicos, entre amigos, unidos por el humo, el alcohol, el sentimiento y los suspiros más canallas, por los dueños de un mundo de desheredados y olvidados, que encuentran cobijo en sus propias miserias. Eso sí que es filosofía, Chipi, y no las historias de Platón.
El ambiente era propicio para una comunión entre músicos y público, para un concierto de participación de los asistentes, de identificación. El buen vino sirvió también de excusa para que El Chipi pudiera brindar con el respetable “por las flores del mundo de la canalla”.
El líder del grupo acercó a los asistentes a la calidez de su espectáculo con un brindis “por vosotros, fulanos, hijos de los menganos que habitaís en el rellano de esta injusta jerarquía. Por vosotros, compañeros, que sufrís a la gran chusma, al político usurero, de la ley del yo primero y que después vengan las ratas”.
Y tras tanto prolegómeno, con el público ya metido de lleno en el crisol de ideas y sentimientos de este original grupo, comenzó la música, que fue haciendo subir el ánimo de todos, convertidos ya en parte de ese universo canallesco reinventado por los músicos del grupo.
Ese aire nocturno y burlesco ya se brindó al público en el primera tema, La mia Ragazza, en la que los compases del jazz más desenfadado y contagioso sirvieron de carta de presentación para mantener conectado al público.
Pero la facilidad para navegar por estilos, formas y mensajes se reveló con rapidez en el segundo tema, Dame tinto y dime tonto, en el que bolero dio paso a la ternura, a la sensibilidad por una historia vagabunda, callejera y anónima, que La Canalla logra elevar al principado de los personajes con historias reales, cercanas, que contar.
El concepto de copla actualizada, aliñada de jazz y flamenco, que nutre la esencia de La Canalla se vislumbra rápido en los primeros temas de sus conciertos, sobre todo en esa temática de los canallas, los malditos de la sociedad.
Y nada más copla que La loba, el tercer tema de la noche, que ya fuera eternizado magistralmente por Pasión Vega, y en el que la rabia y el dolor de un mensaje digno de Marifé de Triana cala entre el público con una renovación genial del género, décadas después.
Los sonidos más flamencos del tanguillo de La Legionaria y el ritmazo de Tito Wanted y Candela prolongaron la fiesta en la plácida noche veraniega del parque María Cristina.
Pero, tras estos temas, volvió a irrumpir la sorpresa y el variadísimo espectáculo en el que El Chipi estaba convirtiendo el concierto.
¿Fin del concierto?
La música cesó, y el líder de La Canalla se dirigó al público con la frase “Vámonos todos al Café Teatro”, tras lo cual los músicos se bajaron del escenario. Los asistentes no daban crédito a lo sucedido, con un concierto muy breve, y un final brusco y con poca conexión.
Sin embargo, el guiño no podía ser mejor. A los escasos minutos, en el escenario se había montado una réplica del Café Teatro, el bar de El Chipi, en el que se gestó el germen ideológico y musical de La Canalla. Tras la barra, su socio Jesús Marín, y Luis El Pipa interpretando a un borracho, comenzaron un diálogo teatral que sorprendió a los asistentes, algunos de los cuales ya habían hecho el ademán de irse del parque.
La breve obra simuló el diálogo entre el camarero y el cliente, mientras los golpes en la puerta del bar interrumpían la conversación, con un “¡está cerrado!” por colérica respuesta de Jesús Marín.
Mientras, el cliente se burlaba de él adelantándole que quien pegaba era El Chipi, que después de habérselo “llevado calentito”, venía para darle trabajo al bar. Finalmente, al abrirse la simulada puerta del bar, los músicos vuelven a aparecer en escena acompañados de un grupo de amigos, y el escenario, convertido en un bar, volvió a abrirse a la música.
La original interrupción sirvió para volver a levantar al público, que entró en una entusiasmada comunión con lo que allí sucedía, y que no se rompió hasta después del concierto. Hasta mucho después del concierto, a decir verdad.
Los temas Jauja, Te quiero mailof, Enganchaíta de mi vida, el Tango del Tirao, Infinito Universo de las cosas y la Nana pusieron un broche memorable al concierto. Algunos de estos temas, convertidos ya en himnos para la creciente legión de seguidores de La Canalla, fueron coreados por los asistentes, que se fueron sintiendo cada vez más parte del show.
Antonio Romera se fue sintiendo cada vez más cómodo en el escenario de su pueblo. Y no quiso desaprovechar la ocasión para presentar a los algecireños el proyecto en el que se encuentra trabajando con los músicos José Manuel León y Alicia Carrasco para la dignificación del papel de la mujer en el flamenco. Así, aprovechando la presencia de los artistas, ambos interpretaron una vidalita enmarcado en este proyecto, para la cual se sirvieron de la colaboración de Javier Galiana. Tras ello, los clientes desalojaron el improvisado bar, y Galiana y Chipi se quedaron solos en el escenario, lo cual aprovecharon para presentar una pincelada del próximo disco de La Canalla.
El fin de fiesta llegó con el tema Pepe Jipi, en el que el escenario se llenó de personas, en una comunión de música entre público y músicos, entre amigos, unidos por el humo, el alcohol, el sentimiento y los suspiros más canallas, por los dueños de un mundo de desheredados y olvidados, que encuentran cobijo en sus propias miserias. Eso sí que es filosofía, Chipi, y no las historias de Platón.
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