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Los anticonceptivos no funcionan con las ratas de Nueva York

Las ratas de Nueva York son tan resistentes que un potente anticonceptivo que ha funcionado contra las poblaciones de roedores en Florida y California no está teniendo casi efectos en la Gran Manzana, según cuenta hoy el portal de noticias locales Gothamist. El anticonceptivo se llama ContraPest, y se introduce dentro de unas cajas donde […]

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Las ratas de Nueva York son tan resistentes que un potente anticonceptivo que ha funcionado contra las poblaciones de roedores en Florida y California no está teniendo casi efectos en la Gran Manzana, según cuenta hoy el portal de noticias locales Gothamist.

El anticonceptivo se llama ContraPest, y se introduce dentro de unas cajas donde se encuentra un cebo que contiene el anticonceptivo, pensado para actuar a medio plazo en unos animales que tienen de promedio hasta cinco camadas anuales de ocho crías.

El método, que funcionó en los zoológicos de Miami y Los Ángeles, fue adquirido en abril por el Bryant Park, un parque situado en pleno corazón de Manhattan, al lado de Times Square, y que como suele ser habitual en Nueva York es gestionado por una empresa privada.

La «zarina de las ratas» de Nueva York -un cargo «ad hoc» creado por el alcalde Eric Adams para combatir uno de los animales más emblemáticos al tiempo que más odiados de la ciudad- Kathleen Corrardi, explicó recientemente por qué el anticonceptivo no ha funcionado.

Según ella, las ratas deben ingerir una considerable cantidad de comida impregnada de esa sustancia, pero dada la gran cantidad de comida disponible en Nueva York por la omnipresencia de las basuras, los roedores tienen suficientes estímulos para encontrar un menú a su gusto sin entrar en las cajas de ContraPest.

Las ratas han demostrado una gran resistencia a todos los intentos de erradicación en Nueva York, incluido el envenenamiento, un método que no ha tenido mucho recorrido porque termina matando a otros animales -principalmente aves- que se alimentan de las ratas muertas.

Y así, cada tarde al ponerse el sol, los roedores salen de sus madrigueras y son visibles casi por toda la ciudad, incluidos los parques y las vías del metro, donde nunca falta comida arrojada por los viajeros.

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