Ricardo Segura| EFE – A comienzos de la Edad Moderna tuvo lugar en Europa una caza de brujas en la que se persiguió a decenas de miles de personas, la gran mayoría mujeres, y se asesinó a más de la mitad de los perseguidos, explica Adela Muñoz Páez, catedrática de Química Inorgánica en la Universidad […]
Ricardo Segura| EFE – A comienzos de la Edad Moderna tuvo lugar en Europa una caza de brujas en la que se persiguió a decenas de miles de personas, la gran mayoría mujeres, y se asesinó a más de la mitad de los perseguidos, explica Adela Muñoz Páez, catedrática de Química Inorgánica en la Universidad de Sevilla (España).
“Fue una época en la hubo mucho dolor y muerte en las hogueras prendidas a lo largo y ancho del continente europeo”, lamenta.
Señala que durante más de tres siglos de la Edad Moderna (período comprendido entre 1453-1492 y 1776-1789, aproximadamente), las autoridades eclesiásticas europeas se obsesionaron con la existencia de las brujas, convirtiéndolas en sospechosas de pactar con el diablo, mantener relaciones con los judíos o realizar rituales de carácter herético. “Fueron vistas como enemigas del orden social”, recalca.
“Pero, al contrario de lo que suele pensarse, las penas más crueles no las impusieron los tribunales eclesiásticos, ni tampoco fue la Inquisición española el brazo ejecutor de aquellas cazas”, señala Muñoz descartando algunos tópicos habituales del saber popular.
“Por otra parte –recuerda-, si bien el 70 % de las víctimas fueron mujeres, también hubo un buen número de hombres perseguidos por la misma razón”.
Autora de la obra ‘Brujas. La locura de Europa en la Edad Moderna’, Muñoz revela algunos datos curiosos de aquella loca caza que “convirtió a las mujeres en chivos expiatorio de una sociedad extraordinariamente misógina”.
LOS LIBROS MISTERIOSOS
Adela Muñoz analiza la creación del mito de la existencia de ciertos libros misteriosos (grimorios) que daban poder a quienes los poseían. “Los más famosos fueron el “Picatrix” y la “Clavícula de Salomón”. En España también fue muy conocido el “Libro de San Cipriano y Santa Justina”, añade.
Explica que después nacieron los manuales oficiales de persecución de brujas. El más importante fue el “Malleus Maleficarum” (El martillo de las brujas), un código “consagrado específicamente a los delitos de brujería que se imprimió por primera vez en 1486 y circuló por toda Europa”.
“Este libro defiende la existencia de demonios íncubos y súcubos, que pueden haber contribuido al nacimiento de personas dedicadas a la brujería y sostiene que, mediante las mujeres “maléficas”, el demonio incita al odio o al amor, impide la potencia generadora y el acto carnal y produce la sensación de castración”, según puntualiza la autora.
LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
“Aunque proporcionó la argumentación teórica y las herramientas para que otros organismos quemaran a las supuestas brujas, la Inquisición española apenas las persiguió porque no eran su objetivo. Su principal actividad fue la persecución de los judíos y los moriscos”, de acuerdo a Muñoz.
“El Santo Oficio mantuvo en general una visión prudente y hasta cierto punto escéptica hacia el fenómeno de la brujería, en especial a partir de las resoluciones de 1526, cuando se aconsejó perseguir a las brujas si hacían engaños o supercherías, pero no se dio crédito a sus contactos con el demonio”, según Muñoz.
“Más allá de alguna actuación puntual de determinados inquisidores y fiscales en ciertos tribunales españoles, durante los siglos XVI a XVIII, la Inquisición se mostró siempre muy cauta ante un asunto considerado espinoso y difícil de dirimir”, indica.
EL CONOCIMIENTO VEGETAL DE LAS ACUSADAS
Las mujeres acusadas de brujería solían ser expertas en herboristería. Las plantas eran usadas con todo tipo de fines. Había, desde brebajes amorosos, hasta ungüentos sanatorios y también hierbas que funcionaban como drogas que les permitían “viajar” por la noche”, asegura.
“La herramienta más poderosa de las brujas fueron las plantas mágicas capaces de crear ensoñaciones, hacer dormir o matar. Sus propiedades se conocían desde la Antigüedad y se transmitían oralmente de generación en generación”, advierte.
Según Muñoz, la herboristería fue casi lo único real de sus hechicerías ya que, a diferencia de los aquelarres o de sus presuntos vuelos que no dejaban rastro, en casa de muchas brujas se encontraron plantas y ollas con ungüentos.
GEOGRAFÍA DE LA BRUJERÍA
El mayor número de procesos por brujería se dio en Alemania. El Sacro Imperio Romano Germánico ejecutó a la mitad de las personas acusadas de brujería en toda Europa. La caza también fue abundante en el resto de Centroeuropa. Finalmente, saltó a las comunidades puritanas de Estados Unidos, según Muñoz.
“En la segunda mitad del siglo XX se alcanzó un consenso sobre el número de víctimas de esta persecución. Esta cifra está en torno a 100.000 personas, de las cuales fueron ejecutadas entre 50.000 y 60.000, y aproximadamente la mitad correspondían a Alemania, según el historiador estadounidense Brian P. Levack”, afirma la autora.
EL PRESUNTO CULTO AL DIABLO “El “Sabbat” o aquelarre, era descrito como un conventículo o reunión en la que se rendía culto al diablo y se realizaban ceremonias de iniciación”, según Muñoz.
Explica que, políticamente, fue visto como una conspiración contra el orden establecido en la sociedad cristiana. “Hay quien señala que el concepto de aquelarre fue un invento de los inquisidores para condenar a herejes que simplemente se negaban a pagar impuestos o a obedecer a la jerarquía”, concluye.