Carmelita lo mismo le guiña un ojo a una sonrosada turista británica mientras le sirve el tradicional bocata de lomo en manteca de la casa, que le canta el “Cumpleaños Feliz” a un crío ojiplático que no sabe si apagar las velas o jugar con el robot que le ha traído la tarta.
“Si le tocas la cabeza te dice que tengas cuidado que se le cae el pelo; si le acaricias las orejas, que tiene cosquillas; y si la entretienes mucho, se enfada y te responde que se va a trabajar”, detalla entre risas.
Los clientes la han acogido “con un cariño impresionante”, comenta Sepúlveda, que ha cedido el testigo de La Butibamba a su hijo Francisco Jesús, grado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Málaga y gerente del negocio familiar, a quien atribuye el mérito de las innovaciones tecnológicas.
EFICACIA EN SALA AL RITMO DE “LA MACARENA”
Más allá de lo curioso y divertido de ver como un robot te lleva la comida a la mesa al ritmo de “La Macarena”, resulta “muy eficaz en sala ya que tiene cuatro bandejas grandes y él solo puede llevar de un viaje la comanda completa para una mesa de ocho o diez personas”, indica Francisco Jesús.
De esta manera “los platos llegan a su sitio a la vez y todos los comensales reciben la comida al mismo tiempo, en lugar de uno a uno, con lo que se mejora el servicio y el cliente está más satisfecho”, añade.
No solo “agiliza el trabajo” del camarero, al que permite estar más pendiente de la parte humana y del trato con el comensal, sino que “le quita carreras de aquí para allá y le evita lesiones que se pueden producir al cargar platos pesados a diario”, apostilla el gerente de La Butibamba e insiste en que es un ayudante, no un sustituto.
Convertido en una atracción más del restaurante, clientes como Sandra RodrÍguez -que no habían visto antes un robot camarero- confiesa que se ha sentido muy sorprendida, aunque «feliz como una niña con su juguete nuevo”, y promete volver con amigos para festejar su aniversario.