Jorge Fuentelsaz | EFE | Brandon Doman lleva trece años coleccionando por todo Estados Unidos historias anónimas que quedan atrapadas en la cara de una hoja de papel; algo que comenzó en 2009 como una ocurrencia divertida para matar el tiempo en la localidad de Ann Arbor (Michigan) y que 75.000 historias después se ha convertido en su forma de vida en Nueva York.
Cientos de hojas escritas a mano y sujetas con pinzas penden de cuerdas distribuidas por todas las paredes, adornadas también con pequeñas luces blancas que crean un ambiente acogedor e íntimo.
También consiguen atraer la mirada hacia este extraño local en cuya fachada sólo se lee el nombre que Brandon le ha dado a su iniciativa «The Strangers Project» y un misterioso cartel que reza: «¿Cuál es tu historia?».
LA ATRACCIÓN HIPNÓTICA DEL PROYECTO
Los paseantes comienzan por leer una de las historias que otro visitante antes que ellos ha dejado, tinta sobre papel, escritas en un pliego, y muchos se animan a seguir leyendo el relato de la joven que no deja de buscar un amor correspondido, la que acaba de salir del armario después de años reprimiendo su verdadero yo o la que denuncia una violación.
Y muchos, finalmente, piden un bolígrafo y un papel y se sientan a escribir su propia historia, que se suma a esta crónica anónima de los sentimientos humanos.
Joanna, una joven suiza de visita en Nueva York, acaba de dejar su pliego escrito sobre el mostrador y asegura que se siente: «Aliviada, porque ha sido lo que realmente siento en mi interior».
«Estaba paseando y lo vi y empecé a leer estas historias que son realmente inspiradoras; ver toda esta gente, de dónde vienen, qué piensan en realidad en su interior, porque cuando ves a toda esta gente caminando por la calle nunca sabes que están pensando», indicó a Efe.
Brandom cuenta que no siempre contó con grandes locales para exponer las historias y recolectar otras nuevas, «pero siempre se trató de encontrar la manera de crear espacios para que la gente se sienta cómoda y comparta».
«Es increíble ver la capacidad que tiene la gente de conectar con las historias de los otros s simplemente se les ofrece el lugar para hacerlo. Viene gente de todas las edades, de todos los tipos de vida y es increíble como vienen y leen y esperan para ver las historias de otras personas con las que compartimos el mundo», dice Brandon.
ALGUNOS PARTICIPANTES REPITEN
Algunos de los participantes repiten o establecen una relación más estrecha con el proyecto y con Brandon.
Es el caso de Jackie Cerisano que pasó de compartir su historia en 2018, en lo que supuso un «momento catártico», a convertirse en una voluntaria que en ocasiones ayuda a Brandom recibiendo a los visitantes.
«Me encanta estar en este espacio, ver las reacciones de las personas y también leer muchas historias. El hecho de darles un espacio para expresarse, expresar sus emociones y sentirse mucho menos solos, es realmente bueno», dice Cerisano.
Brandon vive de las donaciones y también de llevar su proyecto a eventos en museos o fiestas en colegios. En 2015, publicó una colección de algunas de las historias, y en redes sociales publica fotografías de las confesiones, que en este mundo digital son particulares porque solo se aceptan en formato analógico y deben ser escritas a mano en el mismo lugar donde lucen el resto de las confesiones.