El museo del Louvre expone por primera vez obras de arte requisadas en distintos puntos aduaneros de Francia que fueron robadas en Siria y en Libia aprovechando el caos de los conflictos armados de la región para introducirlas en el mercado ilegal de arte.
Integran su muestra, abierta hasta el 13 de diciembre, seis piezas confiscadas entre 2012 y 2016: cuatro estatuas de mármol que representan el torso de una mujer a tamaño real y dos placas decorativas con motivos cristianos, de 70 por 40 centímetros, del mismo material.
Esas obras protagonizan dos procesos judiciales cuyo objetivo es averiguar quién es su propietario legítimo y sancionar a los responsables del robo, pero el museo ha aprovechado una reforma de 2016 del Código de Patrimonio que permite mostrar estas piezas requisadas mientras dura su juicio.
Las placas decorativas con motivos cristianos fueron halladas en la aduana del aeropuerto parisino Charles de Gaulle en 2016, metidas en cajas, y los historiadores de arte que las han analizado creen que vienen de Siria pero no han concretado su procedencia.
Las personas que las trasladaban, que hacían el trayecto Líbano-Tailandia, dijeron que se trataba de «elementos decorativos de jardín».
De las estatuas sí se conoce el origen: «Son tan similares al estilo del lugar que sabemos que vienen de la necrópolis de Cirene (al norte de Libia). De hecho, tienen pegada una arena rojiza propia de la región», explica a EFE el comisario de la exposición, Ludovic Laugier, sin entrar en detalles para no perjudicar la investigación.
Su estilo, en su opinión, es una mezcla entre la cultura griega antigua y la cirenea preexistente a la ocupación helena de la región.
«Aunque vienen de un cementerio parece que no representan a los difuntos, sino más bien a una deesa relacionada con la muerte. Podría ser una representación de Perséfone, reina del inframundo en el mundo griego», aventura el experto.
A dos de las cuatro estatuas les falta la cabeza, pero Laugier atribuye esa decapitación a un momento anterior en la historia y lo desvincula del tráfico ilegal.
Ese tráfico mueve según sus cifras un volumen de negocio de 10.000 millones de euros al año y en ocasiones sirve para financiar crímenes como la venta de armas. Las seis obras expuestas desde el 19 de mayo podrían haber alcanzado en el mercado negro cientos de miles de euros.
El robo y la venta ilegal de arte hace también que se pierda la trazabilidad de las piezas y la información que estas podrían aportarnos «sobre las civilizaciones y nuestra historia común».
Por eso el Louvre espera concienciar a la gente con esta exposición: «Muchas obras robadas en países en guerra pueden encontrarse en internet de forma accesible. Creemos que si el gran público conoce este fenómeno, no caerá en este tipo de compras a marchantes dudosos», concluye Laugier.