Fatima Zohra Bouaziz | EFE. El ramadán es el mes de ayuno para todos los musulmanes que hayan pasado la pubertad, pero las cargas de este mes sagrado recaen en las mujeres en mayor medida que en los hombres.
¿Tiene esto algo que ver con la religión?
Es más bien la realidad social que ha hecho que las mujeres durante este mes de ayuno sean, por una parte, las que más deben extremar las muestras de pudor, y por otra, las que dedican más horas al trabajo doméstico de preparar las comidas.
ROPA QUE DISIMULA MÁS
En las calles de Rabat, ramadán es perceptible ya en el aspecto vestimentario: desaparecen camisas con tirantes o faldas cortas, y se ven más mujeres tapadas y con la palidez de quien no ha puesto maquillaje.
Unas lo hacen por respeto al mes y otras evitan situaciones desagradables como escuchar algún comentario reprobatorio, pues se supone que en ramadán debe extremarse la decencia y el pudor.
«El otro día regañaron a dos compañeras mías en el instituto por pintarse las uñas, por eso he decidido llevar en este mes ropa menos llamativa y cubrirme con una chaqueta vaquera», cuenta a Efe Selma, adolescente de 15 años.
Los incidentes relacionados con la ropa femenina son más abundantes en este mes: el diario Al Ahdaz al Maghrebiya informó esta semana de que tres mujeres denunciaron a un hombre en Tetuán (norte) que les recriminó «con violencia verbal» en plena calle por no llevar «ropa discreta y respetable».
No siempre es por miedo a las amonestaciones que las mujeres cuidan su ropa; las hay que lo hacen por respeto al mes sagrado que requiere, entre otras cosas, multiplicar muestras de piedad, evitar decir palabras inapropiadas, y tener una actitud y un aspecto más modesto, según la tradición musulmana.
Y para cumplir sus obligaciones religiosas sin descuidar su apariencia, muchas optan por ropa tradicional como la chilaba, que suele ser una prenda de calle de las madres y mujeres con edades avanzadas, pero que en ramadán son adoptadas por mujeres más jóvenes, con modelos más «chic» combinados con accesorios modernos.
Otras no renuncian a su maquillaje, pero lo hacen más natural y discreto amparándose en varias fetuas (edictos religiosos) que aseguran que los cosméticos no invalidan el ayuno porque no pasan por la garganta.
«Yo sin maquillaje parezco muy pálida, no puedo salir sin llevar un poco de khol (delineador de ojos), pintalabios y crema facial. De hecho, las fetuas (que permiten) el maquillaje han resuelto mis problemas durante el ramadán», cuenta a Efe Loubna, funcionaria de 37 años.
TODO EL DÍA EN LA COCINA
El ramadán es también la época de los banquetes copiosos. Durante este mes se difunden más programas de cocina, y hasta las «fashionistas» llenan sus cuentas con vídeos y fotos de recetas que proponen.
Los preparativos empiezan ya antes del ramadán. En Marruecos por ejemplo, platos típicos como «sfouf» -parecido a los polvorones- o la «shebbakiya» -especie de repostería, imprescindible durante este mes- deben estar listos antes del comienzo del mes sagrado.
Una vez llegado el ramadán y tras cada día de abstinencia, la mesa tiene que estar llena de toda suerte de platos salados y dulces, además de zumos y bebidas calientes momentos antes de la ruptura del ayuno. ¿Y quién lo deja todo listo?
Pues aunque ahora se vayan sumando algunos hombres a las tares de la cocina, lo cierto es que estos trabajos pasan factura sobre todo a las mujeres, que ven multiplicadas sus tareas en casa, estén casadas o solteras, con empleos o sin ellos.
«En cuanto termino el trabajo, entro en la cocina y no salgo de allí hasta escuchar la llamada a la ruptura del ayuno», cuenta una funcionaria a Efe.
Para Latifa, jurista de 40 años, las mujeres se esfuerzan en preparar platos que no hacen todo el año, y la carga del trabajo es mayor porque equivale a «preparar las tres comidas diarias a la vez».
En otras palabras, para una mujer el ramadán significa trabajar más que el resto del año.