«La relación de Don Quijote con Sancho Panza no es tanto de amo y criado si no de maestro y discípulo, algo muy confuciano», apunta la traductora.
También la piedad filial, tan apreciada en China, se desliza por sus páginas con «hazañas que se recordarán por los hijos y los hijos de los hijos de los hijos» mientras los refranes chinos o ‘chengyu’ se entremezclan con los cervantinos: «Se adapta al gusto chino de la época para que resulte familiar. Lin Shu buscaba acercar los textos extranjeros a las costumbres chinas», agrega.
Y es que además de Cervantes, el erudito chino reescribió también a Dickens, a Balzac, a Tolstói o a Goethe, entre muchos otros.
En aquella época, comenta a Efe el hispanista Chen Kaixian, «sólo una élite que había viajado a otros países y conocía otras lenguas podía acercarse a la obra de Cervantes. El objetivo era que los chinos pudiesen entender, a su manera y según las tradiciones locales, la trascendencia de un personaje como El Quijote».
Y esto era «un caballero con sentido de la justicia, vehemente, pero dispuesto a ayudar a los débiles -apunta Chen-. Lin Shu entendió a Don Quijote en su sentido más positivo».
«Las traducciones de Lin Shu causaron mucho impacto en la modernización de China y de ahí su legado», agrega Guillermo Bravo, de la editorial Mil Gotas, editora del texto para Latinoamérica en colaboración con Ginger Ape Books, que publicará la obra en España.
Relinque agrega que el reto fue, además de retraducir la obra del erudito chino al español, explicar a través de cientos de notas a pie de página las diferencias interculturales de la época.
«Tenía que decidir qué registro darle a todo esto en castellano. Fue un poco disparatado y me decanté por utilizar un lenguaje literario que sonara arcaizante porque Lin Shu la escribió en chino clásico», apunta.
Relinque cree que el autor obvió las partes más quijotescas del personaje, como sus luchas imaginarias, para dotarle al Quijote de lógica y dignidad y casar estas características con su reivindicación del chino erudito o ‘wenyan’.
Además, la valentía y la tenacidad de este Quijote casa con el reto patriota de los dirigentes chinos que, en la década de los años 20 del siglo pasado, rivalizaban con Japón.
De hecho, la traducción de Lin Shu utilizaba palabras de la época que en China eran neologismos, tales como «sociedad», «revolución» o «libertad», las cuales «no existían en el vocabulario del país. Se habían importado desde Japón», señala Relinque.
A pesar de sus limitaciones en contenido y en extensión -sólo se recoge la primera parte de los dos tomos que escribió Cervantes-, esta primera versión de El Quijote fue recibida en China como un gran acontecimiento y sirvió de base para muchas de las traducciones que se hicieron después, según el hispanista Chen.
Chen agrega que la traducción de Lin Shu, paradójicamente, dejó de ser leída en buena medida porque utilizaba esa lengua clásica caída en desuso en la era moderna.
Por ello, la editorial china Commercial Press Pekín publicará para la versión doméstica la traducción original de Lin Shu junto a su versión española acompañado de un estudio introductorio.