Érase una vez un delincuente taaaaaaan torpe que no «merecía» casi tener ese calificativo. Es el caso de un joven de 19 años que metió la pata hasta el fondo cuando en un control de seguridad de la Policía Local de Málaga se saltó el alto. Comenzó entonces una persecución pero no debía tener dos dedos […]
Érase una vez un delincuente taaaaaaan torpe que no «merecía» casi tener ese calificativo. Es el caso de un joven de 19 años que metió la pata hasta el fondo cuando en un control de seguridad de la Policía Local de Málaga se saltó el alto. Comenzó entonces una persecución pero no debía tener dos dedos de frente el chico, pues los acabó llevando hasta su casa, donde tenía una plantación de marihuana.
No es un chiste, ha sucedido esta misma semana en la capital de la Costa del Sol y acabó detenido como presunto autor de un delito contra la salud pública.
Eran las 02.20 de la madrugada cuando entraba en la barriada de Maqueda, y se topó de bruces con el control. Los agentes dieron el alto a la furgoneta, en la que iban dos ocupantes. El conductor hizo caso omiso a las indicaciones, aceleró bruscamente y los rebasó.
Comenzó en ese momento una persecución por una zona de caminos de tierra y, aunque por un momento consiguió despistar a la patrulla, minutos después encontraron el vehñiculo aparcado.
Cuando los policías se bajaron del coche, notaron un fuerte olor a marihuana, y a un joven asomado por encima de un portón metálico, que era la puerta de acceso a una finca perfectamente delimitada con vallas y lonas para evitar que se pudiera ver lo que había dentro.
Ante el olor procedente de la finca, los policías locales le pidieron que les abriese. El chico les dijo que que él no vivía allí, que solo era el guarda, y que en la finca sólo había perros y caballos.
En la finca no había ninguna edificación habitable, era el lugar donde se guardaban animales. Pero descubrieron también un huerto en el que había un total de 41 plantas de marihuana cultivadas de aproximadamente un metro de altura.
Además, había una habitación fabricada mediante andamiaje, forrada de madera, corcho y lonas, en cuyo interior había un gran ventilador y ocho plantas más colgadas de cuerdas en proceso de secado.
El joven reconoció que la finca era propiedad de su padre y que él estaba guardando la marihuana porque el año pasado le robaron toda la plantación. Los policías cortaron las plantas sembradas y se incautaron de las ocho que estaban secándose.
Una vez deshojadas, la marihuana arrojó un peso de 19,7 kilogramos.
Al final, el joven delincuente, por su propia torpeza, acabó detenido y declarando ante el juez.