Shahjahan Bhuiyan, condenado a 42 años de prisión por robos y asesinato, quedó en libertad el año pasado, una década antes de lo previsto, gracias a su trabajo como verdugo de la prisión, que acortó dos meses por cada pena de muerte que ejecutó con sus propias manos.
Ahora el hombre de 74 años conocido como el 'jallad' (el verdugo) camina como libre en los pasillos de la feria del libro de Bangladesh, donde presenta sus memorias 'Cómo fue la vida del verdugo', prueba escrita del sistema de justicia bangladesí y parte de la fórmula que permite todavía la aplicación de la pena de muerte en este país de mayoría musulmana.
“No fui yo quien decidió las penas. Sólo ejecuté la orden del tribunal. Nunca sentí ninguna simpatía por ningún convicto”, dijo Bhuiyan en una entrevista con EFE cuando presenta sus memorias, que repasan los 32 años que finalmente pasó en prisión.
Bhuiyan fue a la cárcel en tres etapas distintas: la primera por violar la disciplina en su trabajo como soldado del Ejército; la segunda por robo, y la tercera por robo y asesinato como miembro de una banda criminal.
Fue declarado culpable a cumplir 184 años en prisión después de su último arresto a los 40 años de edad en 1991, pero su sentencia fue conmutada hasta los 42 años tras apelar, por lo que sería liberado en 2035.
Dos meses por cada vida segada
Bhuiyan fue puesto en libertad el 18 de junio de 2023, gracias a su trabajo de verdugo de la Cárcel Central de Dacca, al que accedió cuando se enteró de que le reducirían su pena dos meses por cada ejecución que realizase.
La pena de muerte es común en Bangladesh y se aplica a múltiples delitos, aunque se necesitan muchos años para completar todos los procedimientos legales antes de que se ejecute a un convicto.
Los verdugos que ejecutan las penas deben ser presos convictos.
“Fui un poco más valiente, y por eso me dieron el trabajo de verdugo. Si no hubiera sido yo, habría sido otro”, dijo al salir de la cárcel el año pasado a los únicos que esperaban afuera por su salida: la prensa.
Él afirma que ejecutó al menos a 60 personas como verdugo principal o asistente en la cárcel, pero las autoridades le atribuyeron solo 26 porque su sentencia no podía reducirse más de 10 años por ley.
Entre las personas ejecutadas por Bhuiyan estaban seis de los condenados por la muerte de Sheikh Mujibur Rahman, considerado el padre de la nación, además de altos líderes de la formación islamista Bangladesh Jamaat-e-Islami, y el opositor Partido Nacionalista de Bangladesh sentenciados por crímenes de guerra.
Según Bhuiyan , el magnate empresarial y líder de Jamaat, Mir Quasem Ali, condenado por crímenes de guerra, deseaba ser ejecutado por él.
“El día de su ejecución, preguntó a los guardias de la prisión si yo estaba allí. Luego me llamó y me dijo: 'Es bueno ver que estás aquí'. Esperaba que mi ejecución estuviera en tus manos”, relató en su libro.
En sus páginas también reveló que el segundo al mando del grupo islamista local Jamaatul Mujahideen Bangladesh (JMB), Bangla Bhai, solicitó que su cuerpo no fuera fotografiado después de su ejecución.
Según el grupo local de derechos humanos Odhikar, entre enero de 2021 y marzo de 2022, 411 personas fueron condenadas a muerte por tribunales inferiores, mientras que siete fueron ejecutadas.
Un relato de ficción
En 'Cómo fue la vida del verdugo', Bhuiyan, que ahora se gana la vida regentando un puesto de té cerca de Dacca, describe en detalle los rituales previos a cada ejecución.
Según él, la obra se gestó en la cárcel, cuando tenía muy poco que hacer aparte de ser llamado ocasionalmente para ejecutar a presos condenados.
“Solía llevar un diario. Cuando salí de la cárcel el año pasado, conocí al dueño de esta editorial. Él me ayudó a publicar este libro”, dijo Bhuiyan, desde la caseta que la editorial Kingbondonti ha levantado en un parque de Dacca con motivo de la actual edición de la feria literaria.
La curiosidad de su caso atrae la atención de la ciudad, un estudiante universitario en la caseta de la editorial espera por el autógrafo de Bhuiyan.
“Me siento increíble al verlo. Ahora estoy esperando comprar una copia de su libro y que él me lo firme”, dijo el joven.