El trajín de los trajes

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Cuando en el confuso, cosmopolita y siempre cambiante mundo de la moda me encuentro con algo conocido me aferro a ello, como si reconociera un rostro familiar en una reunión llena de gente desconocida. Así que cuando en las murmuraciones, imputaciones, referencias o hablillas respecto a los trajes del señor Camps apareció la palabra “Milano” me llevé una alegría seguida de la correspondiente seguridad, porque no tengo mucha idea de a cómo están los cien gramos de Ermenegildo Zegna o el cuarto de kilo de Adolfo Domínguez, pero conozco los precios de Milano, porque he comprado allí muchas prendas, entre otras un par de chaquetas de cachemira a precio de géneros de punto de un comercio de Béjar.

Que yo recuerde nunca he comprado un traje en Milano que pasara de los 200 euros. Puede que en Milano haya trajes de 300 euros, pero no me los deben enseñar, quizás porque los dependientes suponen que no están dentro de mis posibilidades económicas, aunque me imagino que existen. Si la factura esa de los 30.000 euros en trajes de Milano es cierta, y se refiere al Milano que yo conozco, es decir, una filial de Cortefiel, entonces resulta que al señor Camps le encargaron 100 trajes de 300 euros que son los necesarios para llegar al monto de los 30.000 euros. ¿Alguna vez, en la historia de Milano, hubo alguien que se encargara 100 trajes? Y si se ha producido este hecho insólito, tan raro y extraordinario ¿cómo es posible que ningún empleado, ningún repartidor, ningún sastre, ningún ayudante, lo comentara entre sus amigos y familiares, causándoles el pasmo correspondiente y la necesidad de contarlo a los demás?

Otrosí ¿cómo no han trascendido las reformas en el vestidor del señor Camps, que han tenido que ser gigantescas para poder albergar los entonces nuevos 100 trajes? Porque eso no se puede guardar en un armario normal. Estoy de los nervios a ver en qué acaba este trajín de los trajes.

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