EFE | El incremento de las temperaturas que está provocando el cambio climático está también generando un cambio en los ciclos de las plantas, especialmente en la floración y maduración de los frutos, lo que a su vez tiene una especial y grave incidencia en la alimentación y ciclos vitales de infinidad de especies de animales y plantas.
Así lo explican dos expertos consultados con EFE que inciden en la necesidad de adoptar ahora medidas para la adaptación climática de las plantas en la península ibérica con vistas al aumento de las temperaturas para final de siglo.
El jefe de la Unidad de Jardín y Arbolado del Real Jardín Botánico de Madrid (RJB-CSIC), Mariano Sánchez, apunta que España debería iniciar una búsqueda de plantas adaptadas al calor, «que con el cambio climático puedan resistir el clima de aquí», porque las temperaturas son muy altas y es necesario trabajar «con miras a final de siglo, no se puede esperar a hacerlo en 2050».
El biólogo del RJB, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), asegura que en Madrid, «en litros por metro cuadrado ha llovido lo mismo que hace diez años, pero con una frecuencia distinta, con lluvias intensas pero muy espaciadas, con lo que la cantidad de agua que ha caído puede ser la misma, pero se concentra en cinco tormentas».
Una situación que «no beneficia en nada a las plantas», porque «hay una humedad ambiente muy seca, y déficit de agua en abril, cuando la flora necesita un aporte, si no constante, sí más o menos continuo», y esa falta de agua lleva a «un desfase entre el agua que recibe la planta y la que transpira, con lo que la planta en floración se seca».
En esa secuencia de consecuencias de la sequía y el calor, «la falta de floración afecta además a los polinizadores y a los insectos» que van desapareciendo, explica Sánchez,
«Estamos entrando en algo desconocido», sostiene, porque «antiguamente, se podían anticipar las heladas», con lo que se sabía la mejor época para la siembra, «pero ahora ya no se sabe nada», asegura, «hay inviernos cálidos, con lo cual las horas de frío que necesitan las plantas para florecer, sobre todo los frutales, está cambiando».
Además, las plantas necesitan riego cada vez más temprano, «antes era en julio o en agosto, ahora es en junio», dice y asegura que las sequías serán cada vez «más graves, la humedad ambiente más baja y los veranos más largos», un problema que está afectando también a comunidades del norte peninsular.
Javier Fatas, agricultor y miembro de la ejecutiva de la Coordinadora de organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), explica que «se están adelantando las maduraciones y se están acortando los ciclos vegetativos» de muchas especies en muchas zonas, por ello las cosechas que antes se realizaban a mitad de junio en algunas zonas «se han adelantado quince días, en el caso de herbáceos».
Esto está sucediendo, «sobre todo con los viñedos, dice, con un adelanto de un par de semanas como mínimo en la mayoría de las variedades, en la mayor parte del territorio».
Con el calor, muchas veces son ciclos un poquito más cortos desde que empiezan a brotar las primeras yemas de la planta a la recogida de la uva, ese ciclo se ha acortado entre 10, 15 o 20 días, explica Fatas, agricultor de herbáceos y forrajes en Cadrete (Zaragoza).
Este año, en algunas variedades de fruta de hueso, el calor y la sequía «han provocado que los frutos no hayan llegado a coger el tamaño idóneo, porque ese ciclo también se ha acortado en parte, sobre todo en la parte más temprana de la producción».
La falta de agua y el calor influyen también en el tamaño de la fruta y el ciclo de engorde de la misma, pero también en la acidez, en el PH de las frutas y con ello en el sabor, algo que también está pasando en el viñedo.
Explica Fatas que en el sur de la península, los cultivos tropicales «se están adaptando mejor al cambio climático, porque proceden de zonas donde los ciclos son más parecidos a los que se están dando ahora aquí».
Este año, dice, la llegada del calor en el momento de floración produjo «un problema preocupante en toda la zona del olivar de Andalucía».
Pero estos problemas «se están dando mucho también en el norte, en esas zonas que antes eran más tardías, en zonas de ribera de Aragón, de La Rioja, entre otras.
Fatas coincide con Sánchez, «cuando hay problemas de floración por falta de lluvias, las abejas tienen muchísimos problemas para conseguir alimentación».
Y concluye, el calor «influye en toda la cadena de vida, desde los polinizadores hasta los humanos, todo el camino».