El Jueves

Langosta para todos

La FAO ha publicado recientemente un extenso informe en el que sostiene que comer insectos puede ser una posible solución al hambre en el mundo. En el informe se basan en la enorme cantidad de proteínas de los bichos, en muchos casos similares a la carne, así como en su barata producción.

La FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ha publicado recientemente un extenso informe en el que sostiene que comer insectos puede ser una posible solución al hambre en el mundo. En el informe se basan en la enorme cantidad de proteínas de los bichos, en muchos casos similares a la carne, así como en su barata producción. Las causas que le han llevado al organismo internacional a la elaboración del mismo, con tales conclusiones, son entre otras la sobreexplotación de los océanos o el tan manido cambio climático, que nos conduce a la escasez de agua y por tanto a una deficiente producción agrícola.

Me malicio que detrás de este tipo de informes que pretenden cambiar los hábitos de una gran mayoría de la población mundial -en países asiáticos sí se utilizan los insectos como parte de la alimentación- está la alargada mano de alguna multinacional que quiere hacer negocio a costa de algo tan básico como es el pan nuestro de cada día. Habría que saber -aunque no nos vamos a enterar- si este informe ha estado financiado o no.

Frente a esto, yo le propondría a la FAO o al organismo competente, otra serie de acciones que pueden no solo prevenir los problemas que nos anuncian para el año 2030 en el que habrá que alimentar a 9.000 millones de personas, sino que además, sin ser el más listo de la clase, podría combatir de alguna forma el hambre no solo ya en África como nos contaban de niños, sino en nuestro propio mundo occidental, hambre que como ustedes bien saben están pasando muchos de los que están a nuestro lado en estos momentos.

La regulación de la producción y de las fechas de caducidad de determinados alimentos junto con la eliminación de un buen numero de intermediarios entre el productor de la materia prima y el vendedor final serían algunas de las acciones que debieran llevarse a cabo desde un prisma global, serio y con tolerancia cero para los grandes productores. El consumo se controlaría y los precios se abaratarían para el consumidor final, aunque el beneficio de los “grandes” -banca incluida- fuera menor. Tampoco vendría mal una correcta educación no solo en los niños sino en los adultos, en sus hábitos de consumo: compre únicamente lo que sabe que va a consumir y no lo que cree que puede llegar a consumir.

Porque o mucho me equivoco o aquí lo que se pretende es lo de siempre: que todos parezcamos iguales e incluso comamos langosta. Aunque algunos la coman de tronco y otros de las que están en los troncos. ¿O no lo ven así?
 

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