Europa Press | Más de 25 años de datos climáticos y biológicos revelan que las ardillas terrestres del Ártico muestran periodos hibernación más cortos y diferencias al respecto entre machos y hembras.
Estos cambios pueden tener efectos dominó tanto positivos como negativos en toda la cadena alimentaria de estos ecosistemas, revela una nueva investigación, publicada en Science.
Las ardillas terrestres del Ártico son únicas entre los mamíferos. Su capacidad para evitar la congelación, incluso cuando la temperatura corporal cae por debajo de la marca del termómetro, les permite sobrevivir en climas invernales extremos.
El autor principal del nuevo estuidio, Cory Williams, profesor asistente en el Departamento de Biología de la Universidad Estatal de Colorado (CSU), comenzó a estudiar las ardillas terrestres árticas mientras estaba en la Universidad de Alaska Fairbanks hace más de 15 años.
«Creo que lo que hace que nuestro estudio sea único es que estamos analizando un conjunto de datos lo suficientemente largo como para mostrar los impactos del cambio climático en un mamífero en el Ártico», dijo en un comunicado Williams, quien se unió a la facultad de CSU en 2021. «Podemos mostrar un vínculo directo entre los cambios de temperatura y la fisiología y ecología de estos animales».
Helen Chmura, autora principal de esta última investigación, comenzó el análisis mientras era becaria postdoctoral en la Universidad de Alaska Fairbanks en 2018 y ahora trabaja como investigadora del Servicio Forestal del USDA (Departamento de Agricultura de EEUU) con la Estación de Investigación de las Montañas Rocosas. «Nuestros datos muestran que la capa activa, la capa de suelo sobre el permafrost, se congela más tarde en el otoño, no se enfría tanto en pleno invierno y se descongela un poco antes en la primavera». Agregó: «Estos cambios, que equivalen a una reducción de aproximadamente 10 días del tiempo que el suelo se congela a un metro de profundidad, se han producido en solo 25 años, lo cual es bastante rápido».
Las ardillas terrestres del Ártico sobreviven los duros inviernos de Alaska hibernando durante más de la mitad del año, lo que reduce drásticamente las funciones de sus pulmones, corazón, cerebro y cuerpo. Todavía deben gastar energía para generar suficiente calor a partir de la grasa almacenada para evitar que los tejidos se congelen. Resurgen de sus madrigueras a más de un metro debajo del suelo cada primavera, hambrientos y ansiosos por aparearse.
Chmura y Williams, junto con los coautores, analizaron datos de temperatura del aire y del suelo a largo plazo en dos sitios en el Ártico de Alaska junto con datos recopilados mediante bioregistradores. Midieron la temperatura abdominal y/o de la piel de 199 ardillas terrestres individuales de vida libre durante el mismo período de 25 años.
Descubrieron que las hembras están cambiando cuando terminan la hibernación, emergiendo antes cada año, pero los machos no. Los cambios en las hembras coinciden con el deshielo primaveral anterior. La ventaja de este fenómeno es que no necesitan usar tanta grasa almacenada durante la hibernación y pueden comenzar a buscar raíces y brotes, bayas y semillas antes en la primavera. Los científicos creen que esto podría conducir a camadas más saludables y mayores tasas de supervivencia.
La desventaja es que si los machos tampoco cambian los patrones de hibernación, eventualmente podría haber una falta de coincidencia en las «noches de cita» disponibles para machos y hembras. Las ardillas terrestres también son una fuente importante de alimento para muchos depredadores, como zorros, lobos y águilas. Una consecuencia indirecta de estar activo sobre el suelo por más tiempo es una mayor exposición y riesgo de ser comido.
Lo que sucederá con la población es una gran incógnita: no hay ganadores ni perdedores claros. Si bien la hibernación requiere menos energía, lo que podría ayudar a sobrevivir durante el invierno, el número de ardillas terrestres también depende de cómo respondan los depredadores a los cambios climáticos.