Richard Nixon, el presidente que jugaba al póker

Publicado: 16/03/2021

Richard Nixon, trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos entre 1969 y 1974, nació el 9 de enero de 1913 en una pequeña granja de la ciudad de Yorba Linda, California. En 1922, Frank Nixon vendió la casa familiar y la huerta de limones en Yorba Linda, y la familia se mudó a la cercana ciudad de […]

Richard Nixon, trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos entre 1969 y 1974, nació el 9 de enero de 1913 en una pequeña granja de la ciudad de Yorba Linda, California. En 1922, Frank Nixon vendió la casa familiar y la huerta de limones en Yorba Linda, y la familia se mudó a la cercana ciudad de Whittier, donde abrieron un colmado y una gasolinera. Tras terminar el tercer año de secundaria con numerosos reconocimientos, como el premio de Harvard Club de California por haber sido un alumno sobresaliente durante todo el año escolar, Nixon recibió una beca de la Universidad de Harvard. Sin embargo, las limitadas finanzas de la familia le obligaron a renunciar a la beca y, en su lugar, asistió al Whittier College.

Años más tarde obtuvo una beca para asistir a la Facultad de Derecho de la Universidad de Duke (Carolina del Norte). Después de graduarse, Nixon regresó a Whittier para unirse al colegio de abogados de California y fue contratado por Wingert and Bewley, el bufete de abogados más importante de la ciudad. En 1940, se casó con Patricia Ryan, a la que había conocido dos años antes en una audición de Whittier Community Players para la obra Dark Tower, en el hotel Mission Inn en Riverside, California. Dos años más tarde, Nixon y su mujer se trasladaron a la capital del país, Washington D. C, para trabajar como abogado en la Oficina de Administración de Precios, que había sido creada por Franklin Delano Roosevelt ese mismo año.

El trabajo de Nixon en Washington fue breve. En agosto de 1942, con 29 años, dejó su trabajo como abogado en la agencia federal para unirse a la Marina de los Estados Unidos. Nixon fue asignado a un puesto de combate en el Pacífico Sur, concretamente en la Base Aérea de Guadalcanal en las Islas Salomón, que fue sometida a bombardeos aéreos japones regulares durante la Segunda Guerra Mundial. La unidad de Nixon se encargaba de la supervisión del movimiento logístico de armas en el país insular y otros puestos de combate. Más adelante fue traslado a Green Island, donde encontró tiempo para actividades más relajadas, como el póker, que rápidamente se convirtió en una gran diversión durante el servicio activo.

El póker como trabajo

Nixon creció en una familia cuáquera profundamente religiosa, donde el juego estaba mal visto. Por este motivo, cuando llegó a la Base Aérea de Green Island en 1944 para supervisar la carga y descarga de aviones, el californiano no sabía jugar a las cartas. Sin embargo, el futuro presidente se sintió intrigado después de pasar varias noches viendo a sus compañeros jugar al juego de cartas, especialmente al Five Card Stud. En la biografía Nixon: A Life, Jonathan Aitken cuenta que Nixon le preguntó a un amigo que jugaba al póker, James Stewart, si había una forma segura de ganar. Stewart le respondía que si la hubiera, “estaría sentado en Brasil con cinco millones de dólares en el banco”.

Stewart compartió con Nixon una estrategia de póker, especialmente diseñada para jugadores muy disciplinados. La estrategia consistía en retirarse alrededor del 80% del tiempo y permanecer en la partida solo cuando se sentía seguro de que tenía las mejores cartas. Esta aburrida forma de jugar cautivó a Nixon, que solo estaba interesado en ganar algo de dinero. Antes de arriesgar su dinero, el californiano estudio a fondo el juego de cartas, pasando horas y días con los mejores jugadores de la Marina, aprendiendo sus movimientos y jugando en partidas sin apuestas. El póker no era solo un juego para Nixon, era una habilidad que debía perfeccionar para obtener ganancias.

Un tiburón de las cartas

El californiano dominó rápidamente la estrategia del póker, convirtiéndose en un experto en calcular las outs y leer a los otros jugadores de la mesa. “Encontré el póquer instructivo, así como entretenido y rentable. También aprendí que las personas que tienen las cartas suelen ser las que hablan menos y las que tienen más suavidad; los que están fanfarroneando tienden a hablar en voz alta y a delatarse”, reconoció Nixon más tarde en el libro The Memoirs of Richard Nixon. El futuro presidente se convirtió en un auténtico tiburón de las cartas en Green Island, especialmente porque tenía una habilidad innata para oler la debilidad de sus rivales y nunca tuvo miedo de hacer un farol para ganar el bote. “Era el mejor jugador de póker contra el que he jugado”, recordó James Udall, ex compañero de Nixon en la Marina, en una entrevista con la revista Life en 1970.


Fuente: www.revolution.watch

Nixon se tomó muy en serio el póker. De hecho, en una ocasión dejó pasar la oportunidad de cenar con el legendario aviador estadounidense Charles Lindbergh (primer hombre en cruzar en solitario el océano Atlántico y volar de América a Europa a bordo de su avión), que estaba de visita en Green Island, porque tenía una partida de póker. A pesar de ello, la carrera de jugador de póker de Nixon terminó en julio de 1944, cuando se le ordenó regresar a Estados Unidos para finalizar su período en la Marina. Cuando llegó a casa con su esposa, Nixon había conseguido embolsarse alrededor de 8.000 dólares, un poco más de 111.000$ en dólares de hoy en día.

En un primer momento, Nixon pensó juntar ese dinero con el salario de su esposa para comprar una casa. Sin embargo, recibió una carta del empresario Herman Perry animándole a postularse para un escaño en el Congreso en el Distrito 12 de California. En ese momento, el californiano decidió enfrentarse al congresista demócrata Jerry Voorhis. Las ganancias de póker permitieron a Nixon financiar su primera candidatura a un cargo político, con la que derrotó a Voorhis y fue elegido representante por el Distrito 12 de California en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. El 20 de enero de 1969, Nixon se convirtió en el trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos. Cinco años más tarde ocurrió el caso Watergate, que provocó que Nixon se convirtiera en el primer y único mandatario en renunciar a su cargo en la historia del país.

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